Capítulo 16:La única mujer en el cielo

157 27 23
                                    

Caminaba descalza por el salón oscuro de mi mansión, el ruido de mis pasos apenas audible sobre la alfombra persa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Caminaba descalza por el salón oscuro de mi mansión, el ruido de mis pasos apenas audible sobre la alfombra persa. Mi cabello rubio, suelto, caí en cascada sobre mis hombros, y mis ojos azules, normalmente fríos y calculadores, brillaban con una intensidad casi febril. En mi mano derecha sostenía una copa de vino tinto, cuyas gotas rojas se deslizaban por el borde y caían al suelo, dejando manchas como pequeños charcos de sangre.

Las sombras bailaban en las paredes, proyectadas por la luz de las velas que parpadeaban con cada brisa que entraba por las ventanas abiertas. Yo me detuve frente a un gran espejo antiguo, mi reflejo mostrándole una imagen de desolación y furia contenida. A pesar de la apariencia majestuosa de la habitación, llena de arte y antigüedades, había una atmósfera de decadencia y abandono que reflejaba mi estado interno.

Me quede mirando mi reflejo durante largos minutos, como si buscara algo en los ojos de la mujer que me miraba desde el otro lado del vidrio. La imagen que mr devolvía el espejo era la de una mujer rota, atrapada en una espiral de locura y desesperación. recordé a mi madre, fría y distante, y a mi padre, un hombre brutal cuya sombra aún me perseguía. cerré los ojos, tratando de ahuyentar los fantasmas, pero estos se aferraban con más fuerza, susurrando en mi oído, alimentando mi locura.

—Mírate, Catherine. La gran dama de los Wharthingthon, reducida a esto. Una sombra de lo que es tu familia. —susurre, mi voz un murmullo venenoso. Mis dedos tamborilearon sobre la mesa, creando un ritmo irregular que acompañaba mis pensamientos desquiciados. Me incline hacia el espejo, mi aliento empañando el vidrio mientras hablaba. —¿Qué te queda? ¿Qué has logrado realmente? Soy una maldita niña aún.

Mis preguntas resonaban en mi mente, sin respuestas que pudieran aliviar mi tormento. En ese momento, la imagen de Daniela Avilés surgió en mi mente, y la envidia se apoderó de mi. Ambas éramos hijas de poderosos mafiosos, pero nuestras vidas habían tomado caminos muy distintos. Mientras yo había crecido en un entorno de crueldad y desamor en esa maldita "Cabaña", Daniela había tenido una infancia llena de amor y protección. Los recuerdos de los golpes y gritos de su infancia se entrelazaban con las imágenes de una joven Daniela riendo y jugando, ajena a la oscuridad que rodeaba a su familia.

—Daniela... —murmure con amargura, mis uñas arañando la superficie del espejo. —Tú tuviste todo lo que yo nunca tuve. Amor, seguridad, una familia que te cuidaba. ¿Y qué soy yo ahora? Una marioneta rota, movida por hilos de odio y venganza. —en eso di una risa inocente viendo el espejo cambiando el tono como si de una demente se tratara.—Pero no no es así, yo controlare todo, serán mis marionetas, porque soy perfecta.—le hable a mi reflejo.—Eres perfecta hermosa.

El dolor en mi voz era palpable, y yo sentí cómo las lágrimas empezaban a correr por mis mejillas. Dejé la copa sobre una mesa de mármol con un golpe seco, derramando aún más vino. Luego, con una sonrisa torcida, comienzo a hablar, no a nadie en particular, sino a mi reflejo en el espejo.

Amor Encubierto: Espía x Mafiosa GLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora