Sándwiches y Patinetas

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El viernes había llegado. Finalmente, luego de una semana de exámenes los jóvenes universitarios podían tener un descanso de tanto estudio. Para Jake, lo mejor en estos casos era que siempre podía acudir a su lugar favorito de toda la ciudad y ese era el metro abandonado.

Le encantaba practicar nuevos trucos, realizar competencias y por supuesto pasar tiempo con sus amigos. Esto último se había vuelto un ámbito mucho más frecuente e improvisado pues tras un secuestro no concluido era evidente que presentara un miedo inconsciente de no volver a verlos.

Sin embargo, lo más irónico está en el pequeño detalle de que su secuestrador ahora formaba parte de su equipo.

Jake creía fielmente en las segundas oportunidades y después de todo, Frank no resultaba ser un mal tipo, solo alguien que fue manipulado para lograr los objetivos de otros.

Pero desde su llegada, existía cierta tensión en el ambiente cada vez que el hombre se encontraba cerca. Por ello, Frank prefería no asistir a sus reuniones o si fuera posible no estar tan cerca de ellos.

Luego de un tiempo, Jake lo entendió y dejó de insistirle a sus amigos y a Frank que cada uno contribuyera de su parte para mantener un ambiente tolerable. Incluso por un momento llegó a la decisión de que era mejor ya no incluir al hombre al equipo.

Al final no sucedió y Jake casi juró ver alivio en los ojos reales de Frank. No sobre una máscara.

Como fuera el caso, el día escolar llegó a su fin y mientras esperaba a que el resto de sus amigos salieran de sus respectivas clases se dispuso a dirigirse al restaurante del padre de Yutani, el lugar de comida rápida favorito del grupo.

Saludó a unos cuantos compañeros del instituto mientras se trasladaba en su patineta de casi toda la vida. Sí, podía estar algo desgastada, pero para Jake tenía un gran valor sentimental al ser la primera patineta que su madre logró conseguirle después de muchas horas de trabajo.

Luego de unas cuantas cuadras lejos de la universidad tomó la oportunidad perfecta para colocarse sus auriculares y escuchar su playlist favorita. Además de inspirarlo para crear su arte, la música también lo ayudaba a desconectarse un poco de la realidad.

Por eso mismo no había notado que desde que se alejó de la universidad estaba siendo seguido por un hombre alto con traje negro.

Tras varios minutos se detuvo con suavidad cuando vio un mural que unos fanáticos habían hecho para los Subway Surfers, existían quienes los admiraban por su valentía al enfrentarse a toda una sociedad con armas tecnológicas y aun así vencerlos.

En el mural se encontraban pintados sus principales amigos, él e incluso el inspector junto a su perro. Pero todavía faltaba alguien importante o al menos para Jake lo era.

—Increíble, ¿cierto? —se sobresaltó cuando vio la presencia de alguien inesperado a su lado.

—¿La obra? Claro, el arte callejero también es valioso —Jake respondió, retirando sus auriculares de diadema sobre sus hombros.

—Quise decir ambas cosas. El arte como el coraje de esos chicos. Vaya que eso es tener agallas. Luchar contra una armada de gente tecnológica no se ven todos los días —detalló el chico mientras observaba vagamente el mural frente a ellos—. Me gustaría conocerlos, también a su líder.

Jake sonrió divertido, al parecer el chico no estaba del todo en sus cinco sentidos por la faceta tan relajante de su rostro o porque ni siquiera lo reconoció como uno de los jóvenes pintados en el mural.

—Algún día lo harás, amigo —Jake palmeó su hombro con cuidado, dándole ánimos.

—Ojalá, viejo. Suerte en tu camino. Ah, y cuídate de ese hombre que está detrás tuyo —el joven se despidió para luego alejarse tal y como llegó.

One-Shots | FrankeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora