26.

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—¿Quienes son todos ustedes? — dije.
No les veía bien la cara. Pues estaban con cubrebocas, cubre cabello, pechera, etc... Me miraban con sus ojos vidriosos, sobre todo la señora que sostenía mi mano, con guantes de nitrilo color lila.

—¡Heeeey! — decía con suavidad. —¡Soy mamá!

Sus ojos recorrían mi rostro de una forma amorosa.
Desvié mi vista de ella sin comprender nada y pasé mis ojos por los demás dentro de la sala.
Dos hombres.

El señor más mayor se acercó a mí, cuando la señora que se decía mi madre. Me soltó la mano entre lágrimas para poder ir a abrazarse con el más joven que estaba por los pies de mi cama.

Miré hacia un lado, pues la máquina que controlaba mis signos vitales comenzaba a sonar, esta llevaba el conteo de mi pulso y se había apresurado al parecer. O eso supuse.

—¡Hermosa mía! Soy papá. No sabes cuánto nos alegramos de que hayas despertado. Acarició mi frente. Y lo esquivé un poco. No brusco.

A pesar del cubrebocas, podía ver cómo caían las lágrimas sin freno por lo que quedaba al descubierto de su mejilla.

Una enfermera. Llegaba a vernos.
—¡Se aceleró tu pulso Sol-ah! — ella era joven. Muy joven y bonita. Me producía confianza. Así que abrí mis ojos, como de alguna forma, pidiendo ayuda.

—¿Ella está bien? — decía el más joven con brazos cruzados.

—Lo está. — la enfermera respondió con una dulce sonrisa acariciando mi pie tapado con las mantas de hospital. —¡Debes tomarte todo con calma Sol-ah — me miraba ahora directamente a mí — Ellos son tu familia. Y no ha pasado un día sin que no vengan a verte, junto a tus amigos.

—¿Familia? ¿Amigos? — dije y una puntada aguda apuñaló mi cien.

—Es mejor que la dejemos descansar — ordenó la enfermera.

Todos asintieron y los mayores se fueron abrazados después de decirme que me amaban sin tocarme. El más joven solo me miró con lástima y algo de lágrimas en sus ojos y se marchó sin decir nada junto con ellos.

(...)

Mi "mamá" estaba otra vez acá. Peinando mi cabello. Y es que sabía un poco más de información respecto a mí. Y a ellos. Habían pasados como 13 días desde que desperté.

Mi nombre era Sol-ah, tenía casi 21.
Estudiaba en la Universidad Arte y diseño en la misma universidad que mi hemano Jimin, el único que tenía de casi 26 años, quien me amaba mucho, aunque no lo dijera.
Mis padres quienes vivían lejos, se habían mudado a la ciudad momentáneamente para cuidar de mí. Quien llevaba 3 meses en coma producto de un accidente automovilístico.

No sabía más detalles, pues me irían contando de a poco todo lo que requería saber. Pues era demasiada información para alguien quien no recuerda. Y podía ser abrumador y malo para mi recuperación.

Mis padres y Jimin venían cada día y me contaban cosas de mí. De a uno.
Cosas graciosas y poco estresante.

A mis amigos aún no los dejarían entrar hasta la próxima semana. Mis pulmones funcionaban bien, tuve múltiples fracturas, influyendo una costilla que perforó mi pulmon izquierdo, a parte de la pérdida de memoria por un golpe.

La pérdida de recuerdos a partir del momento de la lesión se conoce como amnesia postraumática. Y eso era lo que me había diagnosticado.
Podía durar desde unos minutos hasta varias semanas o varios meses según la gravedad de la lesión cerebral. Aunque en mi caso, todo era nuevo, puesto que estuve 3 meses en coma.

—Una conmoción puede causar dolores de cabeza, cambios en la lucidez mental, pérdida del conocimiento, pérdida de memoria y cambios en la forma de pensar. — decía el chico joven y apuesto de bata blanca quien le explicaba todo a mi madre. — Así que será mejor que con calma vayan respondiendo sus dudas. — ahora desviaba su mirada hacía mí. Me sonrojé. Era realmente apuesto.
—Si sientes dolor de cabeza, presión en el pecho, o angustia, debes parar, tómate las cosas con calma ¿Ok? — me sonreía esperando mi respuesta.

EL AMIGO DE MI HERMANO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora