Ese día supe la verdad.
El día que me fui me enteré de quién era mi madre.
El problema era que, ese mismo maldito día, me dijeron que no la volvería a ver.
Sabía que algo andaba mal tan pronto bajé las escaleras al primer piso de la casa. No vi a Ava organizando el gran comedor para desayunar. Eran apenas las 6:00 AM pero cada vez que salía a correr nuestra ama de llaves ya estaba dando vueltas por toda la casa, asegurándose de que todo estuviera en orden.
Pasé de largo el salón y tomé el pasillo que dirigía a la enorme cocina. No entraba la luz natural en esa parte de la casa, las luces doradas del techo eran lo único que iluminaban el espacio, y siempre parecía altas horas de la noche.
Escuché el golpeteo de los cuchillos cuando me acerqué a la puerta de vaivén.
Iván y Lillian sí estaban allí. Ambos se encargaban de la cocina. Iván era un tipo alto y robusto de unos cuarenta años, mientras que Lillian era la mitad de su tamaño con el cabello rubio recortado por las orejas. Retirado hacia atrás con una banda a juego con el color de su ropa.
Ambos vestían con uniformes rojo vino. Pantalones de tela y una camiseta de manga corta demasiado rígida para moverse. Todos los empleados vestían así. Mi tío Viktor pensaba que era obligatorio diferenciar a los de Las Afueras de los ciudadanos de Vanix. Pero sabía que su principal intención era recordarles que estaban por debajo de nosotros.
Ajusté las mangas de mi chaqueta mientras fruncía el ceño. Ambos actuaron cómo si no existiera.
—¿Buenos días?
Ninguno alzó la vista. Se limitaron a regresar el saludo sin sus sonrisas habituales.
—¿Qué les pasa?
Ninguno respondió.
—¿En serio? ¿La ley del hielo?
Nada.
Me di cuenta de otra cosa, Ava aún no había aparecido. Esperaba que me estuvieran tomando el pelo cómo lo hicieron hace dos días por mi cumpleaños número veinticinco. Ella había salido con un pastel de dos pisos desde la puerta trasera.
Me acerqué a Lillian cuando el mal presentimiento se hizo más fuerte.
—¿Dónde está Ava?
Lillian seguía sin mirarme. Cortaba las zanahorias en automático.
—Estoy ocupada, señor Deimos.
¿Señor Deimos?
Me hubiera hecho gracia si no hubiera escuchado la amargura en su voz.
¿Desde cuándo me llamaba por mi apellido?
Ellos sabían que no me iban esos formalismos de mi familia. Había crecido prácticamente con ellos persiguiéndome por toda la casa. Lillian era cómo una hermana mayor para mí.
Atrapé su mano a mitad de un corte para que se detuviera. Y fue cuando me di cuenta de que estaba temblando.
—Lillian, en serio, ¿qué está pasando?
Ella se mantuvo rígida, y esta vez Iván chocó la sartén en la encimera de mármol para atraer mi atención. Lucía cómo si estuviera a punto de estamparlo contra mí.
—Es mejor que te vayas, Asher. Ahora.
No entendía qué diablos les pasaba.
—No me iré hasta que me digan dónde está Ava y qué diablos les sucede a ustedes.
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Corruptos [PRIMERA PARTE]
RomanceÉl tiene la oportunidad de cambiarlo todo. Ella está dispuesta a arriesgar su vida. Después de La Crisis, solo las familias privilegiadas pueden permitirse vivir en Vanix. Una ciudad de poder desmedido y lujos excesivos que ningún ciudadano pensaría...