Sujeté a Eloise de la cadera por precaución.
Solo para que ella se tensara y me traspasara con esos ojos verdes cómo dagas.
—Tu mano está muy abajo.
—Acabas de decir que vas a desmayarte. Voy a subirte sobre mi hombro si es necesario.
Ella remojó sus labios mientras observaba el restaurante.
—Bueno... es que una vez leí un libro que hablaba sobre los niveles de azúcar en el cuerpo. Tengo tanta hambre que los olores de la comida me están mareando.
No pude sonreír por completo. Pensar en lo que significaba para los del Recinto tener acceso a grandes cantidades de comida no me resultó motivo de risas.
—Vamos.
Pedí rápidamente nuestros platos en la pequeña pantalla adherida a la mesa. Eloise me concedió la libertad de ordenar por ella. Mientras esperábamos, el mesero trajo unas rebanadas de pan y mantequilla.
Ella miró nerviosa la cubertería en la mesa.
—¿Qué ocurre? —pregunté.
—No estoy segura de cómo debería... pues, ya sabes, usar todo esto. ¿Hay reglas?
Me incliné en la mesa.
—No voy a darte una clase de etiquetas, cariño, sé que tienes hambre. Solo come.
—No quiero avergonzarte.
Tomé un pedazo de pan con los dedos. Le di un mordisco desvergonzado y se lo tendí.
—¿Qué dijiste? No puedo escucharte hablar de modales con lo bueno que está esto.
Eloise me lo quitó con una pequeña risa.
—¿Siempre has sido un bromista?
—Es mi lado bueno.
—¿Tienes un lado malo?
Levanté la copa de agua para llevarla a mis labios. Intenté ocultar que mi ánimo decayó.
—Ser encantador también es agotador. Tuve que serlo por un tiempo en contra de mi voluntad.
—¿A qué te refieres?
—Mi familia es complicada, ya eso lo sabes, y todos sabían que mi madre era la ama de llaves de la casa. No entendía por qué me trataban diferente así que pensé que tenía que caer es su gracia de alguna forma.
Eloise alzó el mentón.
—Fingiste ser agradable con ellos a pesar de cómo te trataban.
—No fingí, al final no pude evitar ser quién soy. Solo me estaba esforzando por personas que no lo merecían.
—¿Entonces qué hiciste?
Hubiera evadido la pregunta si no fuera por el interés de Eloise y su tono preocupado.
Recordar esos días me trajo un sabor amargo a la boca. En ese tiempo, mi necesidad de encajar no me hacía sentir orgulloso pero era todo lo que había querido.
—Un día me di cuenta de que no tenía sentido —dije—. Nada de lo que hacía era suficiente para que mi familia me viera sin juzgarme por esos rumores que ni siquiera entendía. Así que dejé de prestarles atención, me daba la vuelta con la mejor sonrisa sarcástica y empezó a importarme una mierda.
—Suena a una excelente solución.
—Lo fue. Pero no siempre fue tan sencillo. Mi primo Zack es todo lo que esperas de un Deimos: Arrogante, imbécil y no le importa lo que le pase a los de Las Afueras. Me obligaron a pasar mucho tiempo con él mientras crecíamos y trataba a los empleados sin ningún respeto. Ellos siempre fueron buenos conmigo, pero para entrar al reino de mi familia lo primero que debía de hacer era dejar de pensar que los empleados eran iguales a nosotros. No podía hacerlo... Menos ahora que sé que Ava sí era mi familia.
Eloise puso su mano encima de la mía cómo gesto de apoyo.
—Espero no conocer a tu primo.
—Quizás lo hagas. Aparece en mis lugares favoritos solo para cabrearme.
—¿Puedo golpearlo si lo veo?
—Tendrás que hacer fila, Violet y Enzo tampoco lo soportan.
—¿Cómo tu primo no los puso en tu contra?
—Porque el idiota les recordaba a diario que nuestra familia era más influyente que la de ellos. Crecimos juntos y lo único que nos importaba cuando éramos niños era pasarla bien y divertirnos, no necesitábamos un recordatorio de la jerarquía de poder.
Eloise ladeó la cabeza con una mueca divertida pero a la vez compasiva.
—Que hayan crecido aquí no significa que sean malas personas. Eres un buen ejemplo de eso.
—Pero es verdad que a la mayoría solo le importa el estatus social, por eso la escuela no estuvo mejor que en casa. Los rumores sobre mi madre se esparcieron gracias a Zack y tenía que escuchar comentarios a diario cuando era niño.
—Lo siento.
Me encogí de hombros. No había pensado en esos años en la escuela desde que salí de allí.
—Por mucho que quise encajar siendo un bromista, me empezó a gustar más cerrarle la boca a algunos idiotas.
—¿Dejaron de molestarte?
—Me peleé tantas veces que perdí la jodida cuenta, pero eventualmente se detuvieron. Creé fama de "Amigo de Los Salvajes" y creyeron que por eso podía defenderme cómo uno.
Eloise se echó a reír agitando la cabeza.
—¿Por eso creen que sabes cómo lanzar un golpe?
—En parte es cierto, Iván me enseñó. Peleaba mucho en Las Afueras.
Eloise se quedó mirándome con interés. La luz amarilla de la lámpara iluminaba el tono bronceado de su rostro. Había modificado un poco su peinado, y ahora las dos trenzas le caían a cada lado del rostro acompañando las ondas suaves de su cabello.
—Supongo que sí eres nuestro amigo —dijo.
Sonreí.
—Estaba esperando a que lo aceptes.
El mesero llegó con nuestra comida. Había pedido pollo con patatas y por la forma en que Eloise lo miraba supe que había elegido bien.
—Es mi favorito, espero que te guste.
—Huele delicioso.
Quise grabar su reacción al primer bocado. Lucía tan feliz que no veía la hora de hacerla probar los rollos de canela de Lillian.
Apenas estábamos terminando de comer cuando un movimiento en la entrada llamó mi atención. Patrick, el gerente, se acercó a nuestra mesa. Se quitó su sombrero naval con el rostro apenado. Su cabello gris estaba más rapado de lo que recordaba.
—Siento interrumpirlos, Asher. El señor Deimos llamó.
Maldita sea.
Esas noticias eran suficientes para causarme indigestión.
—¿Cuál de todos? —pregunté.
—Su padre. Quería saber si estaba aquí.
Bien. Había llegado justo a tiempo.
—¿Dijo algo más?
—Me pidió que le dijera que lo llame. Inmediatamente.
—Gracias, Patrick.
Él inclinó la cabeza hacia ambos y se marchó.
Eloise frunció el ceño.
—¿Eso es algo malo?
—No lo sé. No he usado mi teléfono desde que me fui. Suelo irme a menudo pero no he durado dos semanas sin comunicación.
—¿Por qué no lo llamas ahora?
—No veo el punto.
—¿De qué hablas?
—Todos van a enterarse de que regresé en lo que resta del día. —Maldije antes de tomar la copa—. Espero que tengas energía para lo que nos espera.
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Corruptos [PRIMERA PARTE]
RomanceÉl tiene la oportunidad de cambiarlo todo. Ella está dispuesta a arriesgar su vida. Después de La Crisis, solo las familias privilegiadas pueden permitirse vivir en Vanix. Una ciudad de poder desmedido y lujos excesivos que ningún ciudadano pensaría...