CAPITULO 13 (ASHER)

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Apagué esa voz en mi cabeza que me decía que debíamos continuar nuestro camino. Aún no estábamos cerca de llegar a la frontera y era mejor hacerlo antes del anochecer. Pero que la niña hubiera dejado su temor por nosotros y nos hubiera preguntado si teníamos comida ya me decía suficiente de su estado.

Se había dejado caer en el suelo con las piernas cruzadas. Tenía raspaduras en ambas rodillas y dudaba que en esas caídas no se hubiera roto algo. Estaba demasiado delgada. Ni siquiera el ancho de la camiseta negra que traía lograba ocultarlo.

Apreté los dientes.

Esta era la realidad de las personas en Las Afueras. Una realidad que no le importaba a mi jodida ciudad. No me había importado a mí.

Eloise se apresuró a sacar de su mochila dos latas de avena. No sabía que había traído comida.

Ella alzó la vista cómo si leyera mis pensamientos. Esos ojos verdes no habían dejado de lucir preocupados.

—Lo hice por si nos encontrábamos con alguien que lo necesitara. Ella, por ejemplo.

—Piensas en todo.

Eloise apenas sonrió.

Admiré eso de ella. Aún sabiendo que los suministros eran escasos en El Recinto no había dejado pasar la oportunidad de ayudar a otros que lo necesitaban aún más.

Eloise abrió la lata para ella y se la tendió. La niña no dudó en tomarla y empezar a comer.

Ambos nos sentamos frente a ella a unos pocos pasos de distancia.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Elosie.

—Mi madre me decía Pix.

—Yo soy Eloise y este es Asher. ¿Dónde... hmm... Dónde está tu madre, Pix?

Ella hizo una mueca y comió más despacio.

—Murió hace poco.

—Lo siento.

Ella negó con la cabeza.

—Le daban muchos ataques y se volvía muy agresiva. No sé por qué. Siempre hablaba cosas muy extrañas y no podía dormir.

—¿Qué cosas? —pregunté.

Pix se encogió.

—Dijo que había vivido en Vanix por un tiempo, pero cuando estaba embarazada de mí la enviaron aquí.

Me contuve de maldecir.

Independientemente de si la mujer estaba delirando o no, la historia de haber vivido en Vanix no se me hizo difícil de creer. Un hijo de puta probablemente se había fijado en ella. Para después abandonarla al enterarse de su embarazo. Me cabreó pensar que a Ava le hubiera podido pasar lo mismo. ¿Cuántas mujeres no habían abandonado aquí por las mismas razones?

Eloise se detuvo a mirarme con los rasgos apretados. Sabía que estaba pensando lo mismo. Los rumores poco a poco se convertían en una jodida realidad.

—¿Qué más dijo tu madre? —pregunté.

—Que Vanix era cómo una prisión para algunos empleados. No lo sé. No entendía mucho de lo que decía.

Pix terminó la lata de avena y la dejó a un lado. Se limpió la boca con el dorso de su mano antes de mirarnos a cada uno.

—¿Qué hacen ustedes aquí?

Eloise fue quien respondió.

—Vamos de camino a Vanix a... resolver un problema. El Recinto necesita más suministros.

Corruptos [PRIMERA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora