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Cuando la pareja se despidió de la reina, ambos caminaron nuevamente a la habitación de la princesa, pues el mayor quería pasar todo el tiempo posible con ella, y más porque si se encontraban con alguien podían presentarse como prometidos.

En el momento que entraron a los aposentos de la joven, él la abrazó por detrás absorbiendo ligeramente su aroma dulce, ella sonrió y se dejó hacer, el rubio no sabía cuanto tiempo ella estaría lejos, pues sabía que había dejado algunos pendientes en el imperio.

—No me iré mucho tiempo, quizás y mañana ya esté aquí — comentó con tranquilidad separándose y dándose vuelta para verlo, él miró al suelo en un intento de ocultar lo que estaba sintiendo en esos momentos.

—No creo que te dejen ir en poco tiempo si logran saber de nuestro compromiso —comentó con pesar, aceptaba que en esos momento su corazón empezaba a doler, por lo que decidió confesárselo a su  amada—quisiera ir, y ver a madre, yo... la extraño, sin contar que es nuestro futuro— murmuró, quería ir y acompañarla para darle la noticia a sus padres.

Athenea lo llevó hasta la cama y lo hizo sentarse para después ella hacerlo en una de sus piernas, acarició su mejilla, también quería llevarlo, rompería muchas reglas si lo hacía, y aunque eso le gustaba, su prometido ahora tenía un deber en el reino Occidental.

Lo pensó un poco, comprendía el sentir de su pareja, él había estado alejado de sus padres por mucho tiempo, y cuando finalmente regresa para estar un tiempo con ellos es desterrado de todo el imperio sin si quiera una mínima oportunidad de irlos a visitar, muy diferente a la situación que ella tenía con sus padres, porque podía ir con libertad cada que quisiera.

—Podemos... — sonrió teniendo la solución, solo sería un día, darían la noticia al apenas llegar, dejaría que su pareja esté un tiempo con los Duques mientras ella daba un vistazo a los demás y de ahí regresarían — nos iremos ahorita y regresaremos al anochecer, nadie sabrá que no estamos — le dedicó una mirada divertida.

—Suena perfecto — le dio un corto beso — después podemos planear ir con tus padres, se que deseas que seamos los dos los que demos la noticia — la menor sintió ternura, él estaba contemplando también lo que ella quería.

—Sí, me gusta la idea — ella sonrió con emoción.

El mayor sonrió contento, tomó el rostro de su amada y le proporcionó un beso, ella correspondió con la misma intensidad que él, por un momento el calor de la habitación empezó a elevarse cuando Kosair presionó con fuerza la cintura de la joven.

—No — se alejó deteniendo sus impulsos al ver que estaba llevando su mano al lugar donde se encontraba amarrado el vestido — Perdón — acomodó con lentitud la ropa de la menor — debo cuidarte.

—Kosair... seamos sinceros, no creo que aguantemos hasta la boda — dijo divertida, el mayor negó con una sonrisa, debían de hacerlo, la amaba y no quería quitarle su pureza antes de unirse en matrimonio.

—Lo haremos, solo tengo que tener mejor control... no puede ser que con un solo beso lleguemos a esto — ella rió, no era culpa de él, era el de ella por siempre ser quien lo alentara y no lo detuviera, era el diablo que lo incitaba a pecar, pero, ¿Cómo podían culparla?, con solo verlo quería vivir la experiencia.

—Mejor vámonos — le dio un corto beso, este asintió y cerró sus ojos esperando que su mujer usara su don.

Athenea tomó su mano y cerró sus ojos imaginando la habitación del Trovi en la mansión de los padres de este, luego de pocos segundos la menor se atrevió a abrir sus orbes verdosos, sonriendo al ver que ya estaban en Oriente.

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