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El corazón de ambos bombeaban con demasiada fuerza, sentían incluso que saldría de su pecho o que su acompañante era capaz de poder escucharlo.

Kosair podía jurar que si no le respondía pronto se lanzaría por la ventana, sentía que su fuerza se había ido, incluso sus manos temblaban, y eso lo pudo percibir la menor, la cual tenía sus ojos lagrimosos.

Athenea se sentía desfallecer, había soñado con ese momento por más tiempo de lo que admitiría, pero sus esperanzas eran nulas, ahora pareciera que era un sueño y que en cualquier momento despertaría.

Al ver y analizar el anillo soltó una lágrima, reconocía ese objeto, cuando llegó a Oriente lo vio, pues quién lo poseía era la persona que le abrió las puertas de su hogar y empleó un rol parecido al de una madre para ella.

Miró a su amado y sonrió, veía en los ojos del rubio amor y temor, veía preocupación y nerviosismo, por lo que sin dudarlo se abalanzó sobre y lo besó con firmeza.

El Trovi devolvió el acto con la misma intensidad en que la princesa lo hizo, aferró sus manos a la cintura de ella.

Cuando se separaron él acarició las mejillas de la pelirroja con delicadeza limpiando así las lágrimas que esta soltaba.

— ¿Eso es un si? — preguntó el heredero con ilusión en su mirar.

Decir que la amaba era algo muy corto para él, pese a que llevaban poco tiempo de relación sabía que era ella con la que pasaría el resto de su vida, ella era la única con quién podría tener hijos, con quién podría asentarse y tomar su posición de Duque cuando su padre lo dijese.

Y más que nada, por ella era capaz de ir a una guerra que no era suya, por ella era capaz de arriesgar su vida, y si fuese necesario, daría la suya a cambio de la de ella.

— ¡Obviamente! — exclamó la menor con emoción causando una risa en el mayor.

El rubio agarró la mano de su amada tomando así el anillo que ella sostenía, con cuidado agarró la mano izquierda de la princesa, y colocó el accesorio en el dedo anular.

La pelirroja miró con emoción aquella hermosa joya para después mirar a su pareja, el cual al verla sonrió y se lanzó hacía ella causando rodar en la cama, ambos se rieron divertidos por unos momentos para después mirarse a los ojos, los cuales transmitían lo mismo, un amor sincero y apasionado.

Athenea soñó con ese momento, ella se consideraba joven, aunque en esa sociedad era normal contraer nupcias desde que una mujer debuta, por lo que se sintió afortunada de que sus padres jamás la obligaron a estar con alguien, respetaban su corazón así como también respetaron el de su hermano.

— No hay palabra alguna que pueda explicar el como me siento — habló el rubio acariciando la mejilla de la menor — No hay nadie que pueda amar tanto como te amo yo — un sonrojo apareció en el rostro de la pelirroja.

— Hay una persona — el rubio sonrió y la atrajo para darle un beso, cuando se separaron volvieron a la misma posición que tenían en un inicio, es decir, ella entre las piernas de él dándole la espalda mientras él la abrazaba y mimaba — Este anillo es de...

— Mi madre — interrumpió con felicidad — ha pertenecido a la familia Trovi desde hace varias generaciones, desde que mi corazón te eligió supe que serías la próxima en usarlo, así que se lo pedí a mi madre, ella accedió, pero el día acordado nunca llegó porque el maldito emperador me echó — habló con enojo al final, la pelirroja soltó una una risa calmando la furia creciente en el mayor — gracias por aceptarme, mi linda guerrera.

— Gracias por amarme, mi despiadado amor.

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Cuando ya había amanecido, la princesa despertó con una sonrisa en su rostro, al abrir sus orbes verdes recordó la noche anterior ocasionando que riera emocionada, se sentó en su cama y miró a su lado, tristemente estaba sola, y lo entendía, se había dormido con su amado, pero como siempre, antes de que el sol saliera él se iba para evitar ser encontrados.

Protected » [Kosair]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora