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Athenea miraba con sorpresa la hoja que estaba entre sus manos.

"Darío Gardien está vivo"

La pelirroja tembló y casi cae si no fuera porque Enzo la sostuvo, los gemelos la ayudaron a qué se sentara en la cama.

— ¿Como es posible? — preguntó con temor — mi padre lo mató hace veinte años — recordó.

— No lo sabemos, el Rey nos informó hace poco, sabiendo que siempre está con la emperatriz nos pidió que le dijeramos cuando esté sola — explicó Einar, Athenea se puso de pie con hoja en mano, agarró una vela y poco a poco empezó a quemar aquella nota.

— ¿Hay algo más? — preguntó Athenea con seriedad.

— Se ha descubierto que Darío está haciendo un ejército, por lo que se, se está usando la piedra de luna — ante aquella información Athenea se sorprendió.

La piedra de luna era el único objeto que ponía anular todo don de un Gardien, si esta piedra hacia contacto directo con la piel o con la sangre de un Gardien este tenía una sentencia de muerte segura.

Athenea tenía un pedazo de esa piedra, en el collar que su padre le había dado, solo que fue alterado para que no le afectara en su salud, solo en sus poderes, pero nunca lo usó, no sabía que consecuencias traería.

— Pronto irán a Magique, infórmale a mi padre que me tome en cuenta para el ejército para defender el reino — ordenó la pelirroja.

— ¡Su majestad! ¡Usted no puede pelear! — contradijo Enzo.

— Es una orden, como princesa debo velar por el bien de mi pueblo, aunque no viva allí, yo daré mi vida, no soy solo un rostro bonito, soy una guerrera — declaró con firmeza Athenea "Si Darío sigue vivo buscará venganza, protegeré a mi padre, protegeré a mi hermano, a mi cuñada y a mi pueblo, aún si tengo que dar mi vida"

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Athenea caminaba tranquilamente por los pasillos del palacio, los gemelos se habían ido la noche anterior, solo se despidieron de ella y de los emperadores rápidamente para después irse sin dejar rastros.

— Buen día Mariposita — saludó Athenea a la emperatriz mientras ingresaba a la habitación.

— Buen día — saludó— ¿Cómo estás? Creí que los gemelos se quedarían más tiempo ¿Sucedió algo? — ante esa pregunta Athenea bajó la mirada, cosa que no paso desapercibida para Navier, segundos después, la pelirroja sonrió.

— No Navier, ¿Que pudo pasar? Nada, todo está bien — mintió, nunca la había mentido a su amiga, pero no podía decirle la verdad. — ¡Oh! Le dejaron un obsequio — sacó de un bolso oculto una pequeña caja.

Navier agarró aquella caja y la fue destapando con lentitud, los regalos de los Gardien no eran muy grandes ni caros, pero eran muy especiales, eso los hacia únicos.

Cuando Navier sacó el objeto se sorprendió, Athenea le había contando de él, al verla esta sonrió.

— Yo quería dártelo, pero solo podría al tener los veinte, mi padre quiso que lo tuviera ya — en las manos de la rubia estaba un colgante con el emblema de la familia Gardien, el cual consistía en unas alas de ángel con dos espadas cruzadas.

Quién portaba el emblema sin ser de la familia significaba una cosa, que el clan había elegido a la persona con un Gardien honoraria, Athenea estaba feliz de que su amiga tuviera el colgante, significaba que si ella moria, Navier tendría protección por parte del reino Magique.

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