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Un joven pelinegro de ojos verdes caminaba tranquilamente por los establos del palacio, al llegar a su distinguido corcel negro sonrió, lo acarició para después prepararlo para montarlo, tenía que irse pronto si quería llegar a tiempo.

— Vamos Nero, no la quiero hacer esperar — murmuró mientras lo sacaba de aquel lugar bajo la mirada de los encargados, mas nadie dijo nada, pues todos sabían que el primogénito del rey adoraba montar cada que podía.

Al subirse a su corcel le ordenó que empezará a correr, su rutina de años era ir al claro que había a unos kilómetros del palacio, pero todo cambió un año atrás, donde conoció a alguien.

El cabello corría por el frondoso bosque que estaba un poco cerca del palacio, se adentró de tal manera que el caballo empezó a tener dificultades para continuar corriendo, por ello el jinete se detuvo para bajarse y seguir su camino a pie, después de todo ya estaba cerca de su destino.

Amarró al semental y caminó con su mano en el mango de la espada que llevaba por cualquier cosa, siguió caminando con una sonrisa en su rostro, después tres semanas finalmente la vería.

Un sonido lo alertó, giró su cuerpo hacía donde había escuchado aquel sonido dispuesto a atacar pero un peso en su espalda lo sobresaltó.

— ¡Atrapado! — una voz femenina lo tranquilizó, conocía a la dueña, por lo que soltó el arma que ya había desvainado y sostuvo las piernas de la mujer — Tardaste mucho — se quejó mientras hacía hacia adelante su cabeza logrando así que su cabello rojizo se lograra ver.

— Perdóname, mi padre me mantuvo ocupado en el entrenamiento de William — explicó con pesar.

La fémina sonrió para después darle un beso en la mejilla al mayor y soltarse quedando así en el suelo, cuando sus pies tocaron la húmeda tierra el pelinegro se giró y atrapó las mejillas de la menor entre sus manos.

— Mi reina, discúlpame — pidió, la pelirroja asintió para después lanzarse a los labios del varón.

Ambos se deleitaron ante el sabor de lo prohibido, sus corazones bombeando rápidamente ante el encuentro de sus labios, agradeciendo que la menor traía pantalón el mayor la alzó nuevamente para que ella enrollara sus piernas en la cintura de él, y con el deseo tomando posesión de ellos, el pelinegro la pegó al árbol mas cercano y volviendo mas apasionado aquel beso.

— Estas perdonado — murmuró la pelirroja para después enredar sus manos en el cabello negro del varón para atraerlo más a ella.

— Mi reina... — la habló entre besos — calma — pidió cortando con lentitud la conexión que tenía con los labios de la menor, esta lo miró y le sonrió coqueta — eres mi maldita perdición.

— Lo sé mi amor, tu eres la mía, pues estoy desafiando las ordenes de mi padre para poder estar contigo, incluso con las probabilidades de dañar mi imagen si nos descubren — confesó la de ojos azules.

— Mi amada, tu y yo nos casaremos antes de que alguien nos descubra, luchare por ello — le dio un beso rápido en los labios causando que la menor riera levemente.

— Mi mayor anhelo es casarme y tener una familia contigo, mi amado.

Tristemente aquel anhelo no fue cumplido, la oscuridad en el corazón del Gardien fue creciendo por culpa de su madre, y de esta manera aquel hermoso futuro que veía a lado de su amada no se llevaría a cabo.

Un amor tan sincero, tan fuerte y tan apasionado como el que Darío y Roux tenían no fue vencido ni por la muerte, él aun después de perderla la amaría toda su vida, y ella aun después de creer su muerte lo amaría atesorando al fruto de aquel amor.

Protected » [Kosair]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora