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La tensión en el ambiente era muy notoria, los Duques miraron preocupados a su hija y al Rey, pues no sabía cómo se iba a tomar esto el gobernante de Occidente.

— Pido solucionar esto de la manera menos saludable — pidió Athenea mirando a su cuñada.

— No — negó la reina mirando con seriedad a la menor.

La pelirroja gruñó cuando escuchó aquello, pero no se iba a quedar de brazos cruzados, desde que el emperador Sovieshu había hecho de lado a Navier por primera vez quiso golpearlo, quiso lastimarlo, quiso matarlo...

Lamentablemente no pudo, el hecho de que su mejor amiga fuera la emperatriz la detenía, pues esta se lo negaba, y tenía que obedecerla, pero ahora había un motivo que podía usar para lastimar al hombre que tanto daño a su cuñada.

Sovieshu la había intentado encerrar para evitar que cumpliera con su deber de cuidar a Navier, y como le dijo al emperador, eso era muy grave para un Gardien.

Ahora también estaba el hecho de que había encerrado a Heinrey, el Rey del único reino aliado con Magique, y no solo a él, sino que también a su ahora esposa, es decir, la reina.

Una sonrisa maliciosa se posó en los labios de Athenea, usaría esas dos cosas para hacer pagar a aquel que una vez quiso como a un hermano.

Caminó a la salida, pues quería ahorrar su energía por si llegaba el momento de llevar a sus amigos y suegros en caso de alguna urgencia.

Falhan al ver a la princesa caminar a la puerta se puso para taparle el paso, aunque bien sabía que era inútil, el ser amigo de Kosair traía consigo las constantes platicas acerca de la pelirroja, así que sabía de ella lo suficiente como para saber que haría algo muy peligroso para la vida del emperador.

— Falhan, ¿Qué pretendes hacer?, déjame pasar — ordenó con un semblante neutro poniendo nervioso al hombre.

— Thea, te dije que no — habló Navier acercándose a su cuñada.

— No me detendré, Navi, estoy harta de que Sovieshu haga lo que se le venga en gana sin pensar en las consecuencias, tu ya no eres su esposa, y Heinrey gobierna otra nación, el tenerlos aquí, encerrados, es una estupidez que no pienso tolerar, ya no más — informó mientras hacía a un lado al Marqués.

La rubia mordió su labio inferior, sabía que si no detenía a su amiga Oriente decaería, pues si Sovieshu llegase a salir muy herido, y los soldados fueran en contra de Athenea, todo Magique podría ir en contra del imperio, pero aquello también podría perjudicar al reino de la magia, pues estaban cerca de una guerra con el Norte.

Heinrey miró sin saber muy bien a favor de quien intervenir, pues si ayudaba a la pelirroja muy probablemente preocuparía demasiado a sus suegros, pero si evitaba que la princesa atacara al emperador esta se enojaría.

"Bueno, si Athenea sale mis suegros no solo se preocuparían por Oriente, si no también por ella, pues según sé, adoran mucho a su nuera" pensó el Rey.

Cuando el rubio finalmente iba a hablar su esposa lo interrumpió.

— Athenea Gardien, te ordeno que te detengas, te recuerdo que no me puedes desobedecer — habló con frialdad, ante eso todos miraron sorprendidos a la reina.

En todos los años que la princesa había estado en Oriente cuidando de la Trovi nunca le había ordenado de esa forma, a decir verdad, nunca le había ordenado, siempre le pedía las cosas con amabilidad, pues nunca hubo la necesidad de hablarle así a la pelirroja.

Athenea se dio la vuelta y miró a su protegida, bajó la mirada, con lentitud se acercó a su suegra y se sentó en aquel sillón sin pronunciar alguna palabra.

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