EL PRIMERO

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Su nombre se detuvo en la punta de tu lengua, lo llamaste, en cambio, con pequeños jadeos y gemidos. El respondió con un lento parpadeo, bajando la cabeza para capturar tu boca con la suya.

Dos dedos frotaron tu clítoris en círculos a un ritmo poco tolerante, había empezado despacio, pero la lujuria en el aire le nubló el cerebro. Era todo lo que podía hacer para mantenerte temblando y empujando tus caderas para profundizar la presión.

Tus labios se separaron en otro gemido, tragado por él mientras su lengua lamía tus labios. Te estremeciste y agarraste su camiseta con fuerza, con las uñas rasgando el material para arañar su espalda.

Matt rompió el beso y su aliento te recorrió la cara. Lo miraste fijamente, con las cejas fruncidas y tu casi rogando que te besara de nuevo y qué podía hacer él contra tu dulce y persuasiva mirada, que ceder sin rechistar.

Apuntó su pulgar a tu clitoris, con los dedos lo suficientemente empapados como para deslizarse dentro de ti. Tu espalda se arqueó mientras él enroscaba sus dedos, las yemas de sus dedos frotando sorprendentemente contra tus paredes. Moviste las caderas para responder a los empujones, gimiendo en su boca.

La velocidad con la que introdujo sus dedos en ti te dejó con la boca completamente abierta, extasiada. Casi vibraba gracias a la agilidad. Tus paredes no tardaron en apretarse en torno a sus dedos después de que él añadiera un tercero, y tu mitad inferior sufrió un espasmo a su alrededor.

Toda su mano se había empapado para cuando le empujaste suavemente y le pediste más. Más de Matt, incluso después de que te jurara que se contuviera, temía lo que te haría en un día normal, de nuevo, sin embargo, tus dulces y suaves gemidos que suplicaban por él, tiraron de su corazón. Y la forma en que gemías su nombre, abrías un poco más las piernas y tratabas de acercarte a él. Eso lo llevó al límite.

Se apresuró a desabrocharse los pantalones y a bajárselos. La precaución se esfumó en el momento en que los dos decidieron que era una buena idea. Se agarró la polla con su mano engrasada, cubriéndola de tus jugos mientras se bombeaba un par de veces.

Levantaste la cabeza de las almohadas para mirarlo, no le prestaste demasiada atención, volviéndote a tumbar en la almohada y contoneando las caderas de forma atractiva. Los ojos azules se fijaron en los tuyos y se acercó a tu agujero.

La punta besó tu entrada antes de detenerse. Las cejas de Matt se juntaron en señal de preocupación. Le agarraste la nuca y le enredaste los dedos en el cabello.

—Confío en ti —murmuraste con dulzura.

Fue suficiente para desmoronar su decisión, la pequeña parte de él que pensó que esta idea era mala, Matt la apartó para agarrar la parte posterior de tu muslo y alejarla un poco más. Se acercó y dejó caer sus ojos para concentrarse en ti.

Empujó dentro de ti lentamente, dándote tiempo para adaptarte a su tamaño mientras luchaba por mantener la compostura. Hasta la empuñadura, tragó con fuerza, era demasiado bueno, demasiado apretado, tus paredes se flexionaron a su alrededor y él se tambaleó, apoyando una mano en tu cabeza mientras te apretaba el muslo.

—Me dirás si es demasiado —Lo planteó menos como una pregunta y más como una exigencia.

No obstante, asentiste, mordiéndote el labio, el poco dolor que había provocado su empuje dentro de ti había desaparecido. Te soltó el muslo para jugar con tu clitoris una vez más, con el pulgar subiendo y bajando el sensible capullo.

Tus muslos amenazaban con cerrarse, pero sólo lo detuvo el hecho de que él se sentará entre ellos. Matt esbozó una sonrisa al escuchar las maldiciones que murmuras. Estaba al límite de sus fuerzas y sólo quería que se moviera, derritió la tensión de sus hombros. Hasta ahora había dudado por miedo a hacerte daño.

𝗢𝗡𝗘 𝗦𝗛𝗢𝗧 𝗠𝗔𝗧𝗧 𝗦𝗧𝗨𝗥𝗡𝗜𝗢𝗟𝗢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora