La noche de Arcanis

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Arcanis, la ciudad más importante del país de Eldoria, se alzaba majestuosa en la esquina más septentrional del continente de Irhamnia. Considerada la joya del mundo conocido, Arcanis era una metrópolis donde las culturas convergían y las artes florecían. En esta parte del mundo, el conocimiento no era considerado sospechoso, sino celebrado. Físicos, artistas y médicos se mezclaban con la población, ofreciendo curas avanzadas que no incluían sanguijuelas, y exponiendo obras de arte que deslumbraban a los sentidos.

El clima de la ciudad era templado, con brisas suaves que acariciaban las calles y dispersaban los olores variados del mercado: el aroma embriagador de las especias exóticas, el olor terroso de las frutas y verduras frescas, y el tentador olor de la comida callejera cocinada al momento.

Los sonidos eran igualmente vibrantes; el estruendo de los tambores de los soldados que patrullaban las calles se mezclaba con el bullicio de los comerciantes y las risas de los niños que corrían entre los puestos.

La ciudad, una verdadera urbe espléndida, se dividía en dos mundos distintos. La parte rica de Arcanis, donde vivían las familias pudientes, estaba adornada con avenidas amplias y rectas, flanqueadas por árboles bien cuidados. Las calles eran razonablemente limpias, gracias al nuevo sistema de alcantarillado que corría por debajo de los palacios de mármol y piedra. Las mansiones se erguían imponentes, con jardines exuberantes y fuentes cristalinas que reflejaban el sol en mil destellos de luz.

En contraste, la mayoría de la población vivía en la parte menos favorecida de la ciudad, donde las calles eran estrechas y sinuosas, llenas de vida y actividad constante. Los olores aquí eran más intensos y diversos, una mezcla de sudor, comida y el inconfundible aroma de la industria artesanal. Los artesanos trabajaban en sus talleres, golpeando metales, moldeando arcilla y tejiendo telas con destreza y habilidad. Los soldados patrullaban, manteniendo el orden en medio del ajetreo. Comerciantes de todas partes del continente se reunían en el gran mercado central, vendiendo desde sedas lujosas hasta amuletos supuestamente mágicos.

En Arcanis, se compraba y se vendía de todo. Objetos, habilidades y, por supuesto, cuerpos. La ciudad era un mercado constante, vibrante y lleno de oportunidades y peligros a cada paso.

Rhynn, el país vecino, había convivido en paz durante años con Eldoria. Aunque Rhynn era un país más agreste y menos civilizado, era famoso por el alto concepto del honor de sus habitantes. Los líderes de Rhynn eran elegidos entre la aristocracia guerrera, un sistema que contrastaba con la monarquía establecida de Eldoria, donde la familia real había gobernado durante cien generaciones desde la última guerra con los trasgos.

El país de Rhynn era casi el triple de grande que Eldoria, un vasto territorio cubierto de verdes praderas, densos bosques y zonas poco exploradas donde florecían las leyendas. Las tierras de Rhynn eran más frías, con un clima que endurecía a sus habitantes y fortalecía su fama de valientes guerreros. Los castillos de piedra salpicaban el paisaje, cada uno una fortaleza en sí misma, hogar de nobles y soldados que mantenían vivo el legado de honor y valor de su nación.

Rhynn se beneficiaba del comercio constante con Eldoria, una relación simbiótica que fortalecía a ambas naciones. Eldoria, con su esplendor cultural y su economía floreciente, y Rhynn, con su formidable fuerza militar y su vasto territorio, habían construido una alianza basada en el respeto mutuo y la cooperación. Los caballeros de Rhynn, conocidos por su destreza en la batalla y su inquebrantable sentido del honor, eran una presencia respetada y admirada en todo el continente.

Esta semana, Eldoria celebraba la coronación del príncipe Altan, quien tomaría el lugar de su difunto padre. El pueblo vivía confiado, sabiendo que su príncipe había sido preparado desde la cuna para ser un buen rey. Las festividades llenaban las calles, y la emoción era palpable en el aire. Los habitantes de Arcanis se sentían seguros y optimistas, convencidos de que el futuro sería tan brillante como las bruñidas armaduras de los caballeros de Rhynn.

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