Garras, dientes e iluminación

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Los siguientes días de viaje fueron una mezcla extraña de emociones y tensiones. Lyra se había convertido en una chica tremendamente divertida, riendo a cada momento y encontrando humor en todo. Incluso parecía que intentaba algo con Silvio, coqueteando con él de manera descarada. La observaba cabalgar en cuclillas sobre su caballo, no parando de hablar ni un solo instante. Sus constantes maullidos y ronroneos llenaban el aire, pero en lugar de enfurecerme, comenzaron a parecerme simplemente ruidosos y molestos.

Cada vez que Lyra soltaba una carcajada o se inclinaba sobre Silvio para susurrarle algo al oído, sentía una punzada de algo que no quería reconocer como celos. Me sentía desplazada, como si ya no perteneciera a este grupo. Pero lo que me inquietaba más era la realización que estaba naciendo en mí. Me di cuenta de que comenzaba a ver a Lyra de una manera que nunca antes había considerado: como un ser inferior, una mujer-bestia que no debería importarme tanto.

Era una sensación desagradable, pero no podía ignorarla. En mi juventud, había alimentado y salvado a Lyra, pero ahora me daba cuenta de que mis sentimientos hacia ella eran más como los de alguien que cuida de una mascota que como los de una compañera de vida. Este pensamiento me llenó de una mezcla de pena y vergüenza. Estos nuevos sentimientos no eran bienvenidos, pero se asentaron en mi corazón de todas formas.

Para sobrellevar esta tormenta emocional, me refugié en la oración. Pasaba largas horas en silencio, concentrándome en mis recuerdos y buscando consuelo en la paz que mi naturaleza élfica me proporcionaba. Orar me daba una sensación de calma que había estado perdiendo desde nuestra llegada a este mundo. Dirigía mis pensamientos a mi diosa, la que no tiene nombre. Aunque ella no me respondía, estaba segura de que me escuchaba. Su presencia era como un susurro en el viento, una caricia invisible que me reconfortaba.

Con cada día que pasaba, mi visión de Lyra como una pequeña mascota se consolidaba. Al principio, estos sentimientos me incomodaban. No me gustaba la idea de ver a alguien que había sido tan importante para mí de esa manera, pero era inevitable. Mi naturaleza élfica me hacía más consciente de mi entorno y de las diferencias que nos separaban. Lyra, con sus constantes maullidos y ronroneos, se había convertido en una molestia que prefería evitar.

Sin embargo, noté que estaba cambiando en más de un sentido. Era increíblemente ágil y apenas me cansaba al cabalgar. Mi vitalidad parecía no tener fin, y me sentía más conectada con la naturaleza que nunca. Ya no tenía la necesidad de hacer las cosas rápidamente. Podía perder cinco minutos mirando un árbol y ver cómo crecía lentamente.

La caminata transcurría lenta, estábamos acercándonos a nuestro destino. Según Silvio, teníamos que comenzar por algún sitio y no tenía manera de rebatirle. Una tarde, después de montar el campamento, me quedé mirando una flor. Sentí cómo mi mente se vaciaba de pensamientos mundanos y se enfocaba en los pequeños detalles de la naturaleza. Era capaz de ver cómo los pétalos de la flor se estaban abriendo, un proceso que debería tomar horas, comprimido en minutos ante mis ojos. Esta nueva capacidad de concentración era asombrosa y un poco inquietante. Mi cambio interno era evidente. Me acercaba totalmente a mi elección de personaje.

Estos cambios internos también afectaban mi percepción del tiempo. Los días y las noches se difuminaban, y ya no contaba las horas. Mis pensamientos se volvían más introspectivos y espirituales. Me sentía más en sintonía con la naturaleza, y esta conexión me proporcionaba una serenidad profunda.

La garita, parecía no darse cuenta del cambio en nuestra relación. Seguía siendo la chica gato divertida y despreocupada, siempre riendo y encontrando la manera de hacer reír a los demás. Pero yo ya no formaba parte de ese círculo. Me mantenía al margen, observando todo desde la distancia y aceptando que la persona que conocí en nuestra vida anterior ya no existía. Esta nueva Lyra, con sus comportamientos felinos y su alegría desenfrenada, me desesperaba a veces.

Para Toda La CampañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora