El Cónclave

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Me desperté con la luz del amanecer colándose entre las grietas de la tienda, bañando todo en un resplandor suave. Todavía estaba desorientado, mi mente aferrada a los últimos vestigios de sueño, pero el calor a mi lado me hizo volver a la realidad. Allí estaba ella, Lyra, envuelta apenas en las sábanas, su cuerpo desnudo parcialmente cubierto. Parecía tan pequeña, tan delicada, con su sonrisa satisfecha dibujada en los labios, como si incluso en sus sueños siguiera saboreando lo que habíamos compartido la noche anterior.

Me quedé mirándola por un largo rato, incapaz de procesar del todo lo que había sucedido. Había compartido mi lecho con muchas mujeres antes, pero nada... nada se comparaba con lo que había pasado con Lyra. Nunca imaginé que una chica pudiera ser tan... descarada, tan divertida, y tan absolutamente entregada a hacerme sentir bien. Había algo en ella que no podía explicar, una energía juguetona que me encendía de una manera que nunca había experimentado antes.

La noche anterior... recordaba cada instante con una claridad que me hacía estremecer. Al principio, su actitud juguetona me había desconcertado. Su cuerpo se movía con una gracia innata, su piel suave contra la mía, y lo que comenzó con pequeños toques y risas pronto se transformó en algo mucho más intenso. Pero no era solo el placer lo que me sorprendía, era la manera en que ella lo disfrutaba, como si estuviera hecha para esto. Su risa, sus susurros al oído, las miradas llenas de complicidad... todo me desarmaba.

Lyra no era solo complaciente, era creativa, sabía cómo tocarme, cómo llevarme al borde y luego mantenerme allí, jugando con mis deseos como si fuera una maestra de la seducción. Nunca había sentido algo así. Cada movimiento suyo era calculado, pero también lleno de cariño, como si estuviera descubriendo su propio poder en cada beso, en cada caricia. Y lo más desconcertante de todo es que yo, me sentía vulnerable ante ella. No en un mal sentido, sino como si todo lo que fuera antes no importara en ese momento.

Sabía quién era, claro. Antes, había sido mi rival. El hombre que amaba a Julia... Alyssa. Lo sabía desde el momento en que nos encontramos en este nuevo mundo. Pero ahora, viéndola así, tan diferente, tan cambiada, no podía evitar sentir algo por ella. Y lo peor es que ese "algo" iba mucho más allá de la simple atracción. Quería protegerla. Quería estar a su lado, y no solo por las noches. Lo que sentía por Lyra me estaba consumiendo, de una manera que nunca habría imaginado.

La observé mientras dormía, con esa sonrisa satisfecha en sus labios, y me di cuenta de lo increíble que era todo esto. Ella, la pequeña Lyra, había logrado hacerme sentir cosas que no creí posibles. Me incliné hacia ella, incapaz de resistir la necesidad de tocarla, y le di un beso suave en la frente.

En ese momento, abrió los ojos. Eran grandes, brillantes, llenos de una picardía que me hacía reír. Sus colmillos asomaron con su sonrisa, y en su voz juguetona, dijo:

—¿Qué pasa, grandullón? ¿Lo de anoche no fue suficiente? ¿Quieres más?

Su descaro era una de las cosas que más me gustaban de ella. No se andaba con rodeos, y esa confianza que irradiaba me hacía quererla aún más. Dejé escapar una carcajada, sacudiendo la cabeza mientras acariciaba su cabello desordenado.

—No sé cómo lo haces, Lyra —dije, mirándola directamente a los ojos—. Pero sí, siempre quiero más de ti.

Mientras la observaba estirarse ronroneando suavemente bajo las sábanas, con ese brillo pícaro en sus ojos felinos, no podía evitar sentirme desconcertado. La Lyra que tenía frente a mí era totalmente distinta de la persona que había conocido antes. Aquella mujer coqueta, descarada y juguetona que sonreía mientras me miraba desarmaba todas mis expectativas. Jamás hubiera imaginado que la persona que había sido mi rival se transformaría en alguien tan... provocadora.

Para Toda La CampañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora