Desde mi lugar en la posada, observaba a Lyra con una mezcla de asombro y desconcierto. La chica gato que en otra vida era mi... mierda, era imposible decirlo aunque sabía muy bien a lo que me refería... Ella había estado toda la noche coqueteando con Darius, bebiendo y riendo como si el mundo fuera un escenario hecho para ella. Se sentaba en sus rodillas maullando provocativamente mientras le acariciaba la espalda con su cola, le besaba en la mejilla, y cada vez que él hablaba, ella se reía con una melodía que parecía ensayada. Movía sus manos sobre sus brazos, se dejaba acariciar y le hablaba al oído, riendo de manera encantadora y provocativa. Parecía una profesional de la seducción, combinando vulnerabilidad, dulzura, diversión y coquetería con una perfección inquietante. Era desconcertante ver a la gatita riendo ante las bromas de los parroquianos. Muchos de ellos conocían a Darius, y parecía una competición por ver quién se llevaba la gata a su lecho. Aunque la gata solo parecía tener ojos para su presunto salvador.
Silvio y yo estábamos sentados en una mesa al fondo, lejos del bullicio y las miradas que giraban alrededor de Lyra. Me sentía desplazada, observando cómo esa chica, que había sido mi pareja, menos mal, podía decir o pensar pareja, en otro tiempo y mundo, se convertía en algo que nunca hubiera creído posible: una mujer atrapando a un hombre en su encanto y completamente entregada a sus impulsos.
—Esto es surrealista —murmuré a Silvio, que también observaba la escena con una mezcla de curiosidad y desaprobación.
—Es como si se hubiera transformado en otra persona —respondió él, sin apartar la vista de Lyra—. Pero debemos recordar que este mundo está cambiándonos a todos.
Me levanté de la mesa, quería otra bebida. El ambiente era indiscutiblemente divertido en la posada, pero no me sentía entretenida. No tenía ganas de esperar que una chica joven, de apenas unos trece años de un pelo rojo fuego ensortijado y rebelde con ojos color del mar, me sirviera. La chica se movía como un conejo en el prado, saltando y esquivando clientes entre las mesas con simpatía pero profesionalidad. Desde luego trabajaba duramente.
Me acerqué a la barra. Una de las ventajas de mi nueva raza era la práctica invulnerabilidad a las enfermedades y una gran resistencia a los venenos; por desgracia, esto también significaba que el alcohol me hacía poco efecto.
—¿Una mala noche? —me dijo la posadera mientras me servía. Ella y el musculoso hombre que suponía era su pareja se encargaban de servir bebidas y algo de comida en el salón de la posada. A estas horas la cocina ya estaba cerrada, pero la muchacha seguía sirviendo comida fría como piezas de tocino seco o queso, además de alguna pieza de pan duro que tostaba en una lumbre. En estos lugares solo se hacía pan una vez a la semana y nos había tocado uno de los últimos días del ciclo de los panaderos, por lo que notaba.
Ella me miraba con una sonrisa divertida. Era bajita, apenas un metro y sesenta centímetros según mi antiguo cómputo de las medidas. Ahora tendría que decir esa altura en codos o no sé qué puñetas se utilizaba en los reinos humanos, yo conocía el cómputo élfico que había aprendido de niña. En meñiques y largos. No sé por qué no era capaz de traducir esas medidas... me costaba mucho.
El pelo rojo largo de la tabernera caía rizado hasta su espalda, razonablemente limpio y peinado pese a la poca disponibilidad de una peluquería en este mundo. Se la veía sonriente. Era muy bonita, tendría unos treinta y cinco años humanos y vestía descaradamente. Un vestido que mostraba un amplio escote donde se veían dos pechos firmes y pecosos. Ella no tenía ningún pudor en su forma de vestir, era una humana atractiva, muy atractiva. Y no le importaba que la miraran.
—Sí, podría decirse que una mala noche —respondí, forzando una sonrisa mientras tomaba mi bebida.
—Parece que tu amiga se lo está pasando en grande —comentó la posadera, haciendo un gesto hacia Lyra y Darius.
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Para Toda La Campaña
FantasyEn el lejano reino de Eldoria, el equilibrio del mundo pende de un hilo. Gabriel y sus amigos nunca imaginaron que una mañana en el mercadillo cambiaría sus vidas para siempre. Un ajado manuscrito, prometiendo una experiencia de juego de rol única e...