Heridas

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La noche cubría la zona rocosa como un manto pesado, y solo las estrellas se atrevían a brillar a través del polvo y las sombras. Silvio, Lorman y Alyssa estaban al abrigo de unas grandes rocas que les ofrecían un mínimo de protección. El viento levantaba pequeñas nubes de polvo que se pegaban a la piel sudorosa y herida de los tres. La elfa, tendida en el suelo, estaba semiinconsciente, su respiración débil y errática. Un corte profundo adornaba su pierna, el muslo completamente empapado de sangre seca y fresca, y no tenía fuerzas ni para mover un dedo, mucho menos para hablar o usar sus poderes curativos en sí misma.

Lorman, apoyado junto a ella, observaba la herida con desesperación. Sus manos grandes y toscas intentaban detener el sangrado con un trozo de tela improvisado, pero su esfuerzo era inútil. Su mirada se desviaba hacia el oscuro horizonte, esperando ver aparecer a Lyra, pero solo el vacío respondía a su plegaria silenciosa. Su chica, se había ido.

La escena estaba envuelta en una inquietante quietud. Lorman, con las manos temblorosas, intentaba asegurar el vendaje en la pierna de Alyssa, cuyo profundo corte seguía sangrando. La herida era fea, y sus temblores dejaban claro que la elfa apenas se mantenía consciente. El rostro del bárbaro estaba surcado por líneas de rabia y dolor. Su mente no solo estaba con Alyssa, sino también con Lyra, quien había desaparecido en el peor momento posible.

El eco del maullido resonaba todavía en la cabeza de Lorman. La imagen de la pequeña gata negra, con su pelaje brillante y los ojos grandes e inocentes, durmiendo plácidamente sobre el cojín de los aposentos de Obnia, seguía grabada en su mente. Lyra, en su forma felina, había sido su primera visión al entrar sigilosamente en las habitaciones. Pero apenas les había dado tiempo a reaccionar. Al escucharlos, la gata había maullado con fuerza, huyendo de inmediato por una ventana entreabierta. Ese maullido fue todo lo que necesitó para activar las alarmas en el palacio. Los guardias acudieron como un torrente, forzándolos a luchar para escapar. Lo que debió haber sido un rescate rápido se convirtió en una batalla campal. Había sido el principio del fracaso de la supuesta misión de rescate.

Silvio, a cierta distancia, mantenía la compostura. El viento agitaba su capa con suavidad, pero su rostro mostraba una calma que contrastaba con la situación. Su mirada se perdía en la oscuridad más allá de las rocas, analizando mentalmente los eventos recientes, cada detalle que habían vivido en los aposentos de Obnia. Habían encontrado una carta, cuidadosamente doblada sobre la mesa de la habitación, con la firma de Damaor, dirigida a la misma Obnia. El contenido de la carta era un recordatorio de lo que estaba en juego: el Corazón de Alara. Ese pequeño pero vital fragmento era su objetivo final, la clave para enfrentarse a Damaor, y lo único que podía evitar que ese mago obtuviera un poder inimaginable. Y se describía su paradero. Los esbirros de la Dama de la Serpiente no habían podido traer la piedra de su ubicación. Y el maestro oscuro la amenazaba por ello. Estaba en un lugar que Silvio conocía muy bien. Probablemente el lugar más peligroso que existía en este mundo. La cripta Real de Arcanis.

Ahora entendía porque el mago no tenía aún ese objeto, intentar entrar ahí... Nadie había salido nunca de esos salones y los rumores hablaban de criaturas antiguas y hambrientas de vida, un nido de espectros y espíritus de otro tiempo. De momento era imposible que su antiguo maestro lo consiguiera.

La voz del bárbaro lo devolvió a la realidad

—¡No debimos dejarla atrás! —gruñó Lorman, con su voz rota mientras luchaba por controlar la frustración—. ¡La he perdido! ¡Deberíamos haberla traído con nosotros! —apretó los dientes, con la rabia palpitando en cada una de sus palabras.

El mago permaneció en silencio por un momento, todavía con la vista perdida en el horizonte. El viento levantaba polvo entre las rocas, y solo el sonido del vendaje siendo ajustado en la pierna de Alyssa y sus gemidos de dolor rompían el silencio.

Para Toda La CampañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora