Oh, mierda, ¿Qué era este dolor tan tremendo? ¡Ahhh!, fue lo primero que pensé al despertar. Todo mi cuerpo dolía, pero el abdomen era un epicentro de agonía, como si me hubieran cortado... Espera, estas manos no eran mías. ¡Enormes! Mi último recuerdo era estar con los otros tres, nosotros cuatro alrededor de una mesa, y luego...
La niebla envolvía mi mente, como un sueño del que no podía despertar. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me dolía tanto? Apenas podía concentrarme en nada, asaltado por un millón de sensaciones extrañas que me hacían sentirme disperso, desconectado de mí mismo.
Joder, qué dolor más fuerte... ¿Y dónde demonios estaba? La luz que entraba por la ventana sugería que era de mañana, y el entorno me parecía una especie de cabaña. ¿Cuándo habíamos llegado aquí? ¿Qué me había perdido? Ese olor a leña quemada... había un fuego cerca, seguro.
Quise hablar, pero me sentía débil, y de mi garganta solo salieron sonidos incoherentes, guturales. La voz que escuché no era la mía; era más grave, más profunda, resonando en mi pecho como un eco extraño.
Finalmente, abrí los ojos del todo y mi visión se aclaró, aunque el dolor seguía punzante. A mi lado, agachada en cuclillas, había una... espera, ¿eso son orejas de gato? Una chica morena, pequeña y adorable. Me miraba con ojos grandes y preocupados. Estaba... increíblemente atractiva. Su cabello corto y oscuro delimitaba un rostro fino, con una expresión que combinaba picardía e inocencia. Y cuando la miré más detenidamente, noté que también tenía ¿Una cola? Pero aun así, seguía siendo preciosa.
Esto debía ser algún tipo de sueño donde las chicas son un poco más... excitantes de lo normal, pensé. La morenita era una verdadera muñeca, vestida con ropas de campo que se ajustaban a su figura esbelta y ágil. Este sueño me gustaba.
Intenté hablar de nuevo, pero mi voz solo logró emitir un gruñido bajo. La chica notó que me movía y me miró con una sonrisa nerviosa, sus ojos... ¿pupilas enormes? ¿Llevaba lentillas para parecer una gata? El disfraz era demasiado realista, hasta los finos bigotes en sus mejillas eran perfectos. Pero... no, esto no podía ser un disfraz. Era demasiado auténtico.
—¡Silvio, se ha despertado! —gritó con una voz aguda y chillona, pero curiosamente no me pareció molesta. La chica me acarició la cara, intentando tranquilizarme. Empezaba a notar que las proporciones no estaban bien. Ella era muy pequeña... o yo era enorme.
—Hey, tranquilo, tranquilo... descansa —me dijo mientras su cola se movía de un lado a otro por encima de sus hombros.
Genial, me está hablando con cariño, pensé, al menos se preocupa por mí. Pero mientras más la miraba, más me daba cuenta de que no era solo un sueño. Ella era una maravilla, y algo dentro de mí se sentía atraído por su presencia. Me preguntaba cómo se llamaría. Me gustaba.
Poco a poco, mientras me sumergía en la tranquilidad de sus caricias, mis sentidos se agudizaban. El dolor en el abdomen seguía siendo intenso, pero más soportable. Fragmentos de memoria comenzaron a emerger: una batalla, heridas, y luego... una luz. ¿Qué demonios había pasado? Esos recuerdos... ¡no eran míos!
Me removí inquieto, sintiendo perfectamente el corte en mi abdomen. ¿Qué había pasado? ¿Esos recuerdos...? Empecé a sospechar que no estaba en un sueño, todo era demasiado... real. Podía sentir perfectamente el dolor, y la suavidad de la caricia de la muchacha en mi cara. Sin embargo, la neblina en mi mente no se disipaba; me costaba mucho encontrar mi ingenio, como si algo me estuviera frenando. Gruñí incómodo, con una voz que indudablemente no era mía. Debía tener la garganta bien jodida para emitir un sonido tan ronco y gutural.
—Tranquilo, estás a salvo —dijo la chica gato, su voz ahora más suave, mientras seguía acariciando mi mejilla. Sentí una extraña paz en su toque, como si su presencia calmara mis nervios. Ella comenzó a... ¿ronronear? Si los gatos pueden relajarte cuando hacen eso, ella también lo hacía, y me sentía más tranquilo a pesar del caos en mi cabeza.
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Para Toda La Campaña
FantasyEn el lejano reino de Eldoria, el equilibrio del mundo pende de un hilo. Gabriel y sus amigos nunca imaginaron que una mañana en el mercadillo cambiaría sus vidas para siempre. Un ajado manuscrito, prometiendo una experiencia de juego de rol única e...