Atrapada

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La habitación estaba bañada por una luz tenue y cálida, como un velo suave que ocultaba la realidad del momento. Las lámparas en forma de serpiente, reposando en las mesitas de noche, emitían un brillo azulado que iluminaba las ricas telas de bordados dorados que contrastaban con la madera oscura que cubría las paredes de roca. Era una sinfonía de elementos decorativos dispuestos con un gusto impecable, un pequeño oasis de belleza en contraste con la opulencia desmedida del resto de La Sirena.

Olía a incienso. Un olor dulzón y relajante que casi se podía oír. Casi se oía la relajación que provocaba en los sentidos de aquellos que podían disfrutar del embriagador perfume de sándalo y romero.

Obnia se movía con una gracia casi inhumana, su cuerpo flotando entre las sombras y la luz, como una serpiente acechando a su presa. Sonreía, sabiendo exactamente cómo jugar con cada fibra del cuerpo de Lyra. Deslizaba sus dedos con una precisión experta por la piel de la chica, como si conociera cada centímetro, cada punto de sensibilidad. Era un juego para ella, uno en el que siempre llevaba el control absoluto.

Lyra estaba inmovilizada, atada a la cama con pañuelos de seda que sujetaban sus muñecas y tobillos. Estaba completamente a merced de Obnia. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con dificultad, y su cuerpo entero temblaba con cada caricia que recibía. Cada toque hacía que se sintiera más y más perdida, entregada.

-Por favor... -gimió Lyra, apenas logrando encontrar las palabras entre sus jadeos.

-¿Sí? -respondió Obnia, con una sonrisa que era pura satisfacción.

-Oh, Dios mío... ¿qué me estás haciendo? Mmm... ¡Miauuuuuu! ¡S-sí! -su voz, entre gemidos y maullidos, traicionaba la tormenta de sensaciones que la atravesaban.

-Solo estoy haciendo que disfrutes, mi preciosa gatita... -murmuró Obnia, inclinándose para susurrar en su oído-. Me encanta verte así.

-Diossss... ¡ahhh! ¡Cielosssss! ¿Cómo puedes...?

Obnia siguió acariciando lentamente el cuello de Lyra, deslizando sus dedos suavemente hacia abajo, recorriendo las clavículas, bajando por su pecho, hasta llegar a su vientre. Todo lo hacía con una lentitud exasperante, disfrutando del sufrimiento y el placer que Lyra mostraba en su rostro.

En la última semana, tenía un objetivo claro: Subyugarla. Se había encaprichado de ella y de pronto , era un medio de cumplir las órdenes de Damaor. Información, quería saber todo acerca de esos compañeros que tanto preocupaban al mago oscuro. Y si por el camino se divertía con ella... mejor que mejor

Lyra gimió otra vez, su cuerpo arqueándose hacia las caricias de su captora, buscando más, anhelando ese alivio que le era tan esquivo. Sentía como si su cuerpo ya no le perteneciera, como si Obnia hubiera reconfigurado cada uno de sus deseos y necesidades. Estaba al borde del éxtasis, pero la mujer mantenía esa distancia, siempre dejándola con ganas de más.

-Shhh, mi pequeña -susurró la bella mujer, con una sonrisa triunfante-. No tan rápido. Aún no te lo has ganado.

-¡Ohhh, mierda! ¡No seas así, por favor! -suplicó Lyra, su voz rota por la desesperación.

-Gatita, ¿Cómo debes llamarme? -preguntó Obnia con un tono suave, pero cargado de autoridad.

-Señora... por favor, ¡Ama!... déjame llegar... te lo ruego... -la voz de Lyra era un hilo de súplica.

Los dedos de Obnia bajaron lentamente hasta el sexo de Lyra, rozándolo apenas, lo justo para enviar una oleada de placer que recorrió su cuerpo como un latigazo. La pobre chica dejó escapar un maullido agudo, con su cuerpo estremeciéndose violentamente bajo las suaves ataduras que la mantenían inmovilizada. Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos, no solo por la humillación de estar tan completamente sometida, sino por la necesidad física que la consumía.

Para Toda La CampañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora