22

261 7 0
                                    

-Emily-

Desperté lentamente, con la sensación de estar flotando en una nube. Los sonidos del monitor cardíaco y el murmullo distante de voces me hicieron darme cuenta de que estaba en un hospital. Intenté moverme, pero un dolor agudo me recorrió el cuerpo.

—Ryan... —murmuré, mis recuerdos volvieron poco a poco.

Parpadeé y miré alrededor. La habitación era blanca y estéril, con una ventana que dejaba entrar la luz del día. A mi lado, en una silla incómoda, estaba Ryan. Tenía el brazo en un cabestrillo y varias contusiones visibles, pero estaba despierto y consciente. Cuando me vio abrir los ojos, una mezcla de alivio y preocupación cruzó su rostro.

—Emily, gracias a Dios... —dijo con voz ronca, acercándose a mi cama.

—¿Qué pasó? —pregunté, aunque los fragmentos del día anterior empezaban a encajar.

—Nos atropelló un coche cuando cruzábamos la carretera. Te llevé en brazos porque estabas mareada... —su voz se quebró y vi la culpa en sus ojos.

Intenté incorporarme, pero el dolor me hizo soltar un gemido.

—No, no te muevas —dijo Ryan, colocando una mano suave pero firme sobre mi hombro—. Los médicos dicen que tienes algunas costillas rotas y una conmoción. Necesitas descansar.

Asentí, sintiendo una oleada de gratitud y tristeza. Me dolía pensar que él se sentía culpable por lo ocurrido.

—No es tu culpa, Ryan. Fue un accidente —dije, tratando de calmarlo.

Él negó con la cabeza, su expresión llena de angustia.

—No debería haberte llevado así, debería haber prestado más atención...

—Estoy aquí, estamos vivos. Eso es lo que importa —insistí, tomando su mano.

Nos quedamos en silencio, aferrándonos el uno al otro en ese momento de vulnerabilidad. La puerta de la habitación se abrió y una enfermera entró, sonriendo amablemente al vernos despiertos.

—Me alegra ver que estás despierta, Emily. ¿Cómo te sientes?

—Adolorida, pero bien, supongo —respondí con un esfuerzo de sonrisa.

—Eso es normal. Vamos a mantenerte aquí unos días para asegurarnos de que todo esté bien. ¿Necesitas algo?

Negué con la cabeza, y ella salió, dejándonos solos de nuevo.

Ryan se acercó más, su rostro lleno de determinación.

—Prometo que cuidaré de ti, Em. No dejaré que nada te pase.

Sonreí débilmente, apretando su mano.

—Lo sé, Ryan. Y yo también cuidaré de ti.

Nos quedamos en silencio, juntos, mientras el ruido del hospital continuaba a nuestro alrededor. Aunque el futuro era incierto, en ese momento teníamos la certeza de que nos teníamos el uno al otro, y eso nos daba fuerza.

¿Me odias o me besas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora