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                                                                               -Ryan-

Ya estoy listo, llevo 3 minutos esperando a Emily.

—Emily, va, baja, que son las 19.23, vamos a llegar tarde.- grito desde la puerta principal.

Unos segundos después veo a Emily bajar las escaleras con un precioso vestido rojo. Le queda demasiado bien.

—Ya estoy, eres un impaciente.- dice cuando me ve.

—Impaciente no, simplemente no quiero llegar tarde.- respondo.

Salimos de casa y nos dirigimos hacia el coche.
Mi coche es un BMW blanco bastante alto, llevo casi 1 año conduciendo, y desde entonces, con este coche. Aunque para mi edad es un tanto extraño.

—Pon el Google Maps.- le ordeno.

—Vale, pásame la dirección.- dice.

—Te la he pasado antes.- aclaro.

Entra en WhatsApp y mira el mensaje que le he enviado hace 10 minutos. Se mete en el enlace e inicia la guía.

Llegamos 3 minutos más tarde de lo debido, pero al menos hemos llegado. El sitio es precioso, tiene mucho verde, y eso me gusta. Es un sitio en el que me pasaría días leyendo.
Salimos del coche y nos dirigimos a la entrada del restaurante, la cual tiene un cartel gigante que dice ¨El jardín encantado¨.

Cuando entramos, un señor nos pregunta si tenemos reserva.

—Buenas noches, ¿tenéis reserva? .- nos pregunta.

—Si, pero nuestros padres ya están dentro.- respondo.

—¿Nombre completo? .- nos interroga.

—Andrew Miller.- digo.

—Por aquí.- dice. Empieza a caminar y nos lleva a la mesa en la cual están nuestros padres sentados.

Llegamos a la mesa y mi padre nota nuestra presencia, entonces se gira y nos mira.

—Pensaba que no ibais a llegar.- suelta.

Nos sentamos y le respondo.

—Aquí la señorita es una tardona.- río.

La miro y veo que pone los ojos en blanco.
Estamos sentados al lado, Sophia frente a su hija y yo frente a mi padre

El camarero se acerca y nos entrega los menús. Yo me decanto por salmón ahumado con patatas asadas.

Llevamos un rato hablando, aunque Emily está más callada de lo normal.
Sophia intenta que el ambiente no sea incómodo, pero es imposible.

-Emily-

No estoy bien. No se que me pasa, pero solo quiero irme a casa. No me apetece nada de lo que hay en la carta.
La ansiedad me está matando, y no entiendo el por qué, si cuando estaba en el coche con Ryan estaba bien, íbamos cantando las canciones de Taylor Swift a todo pulmón.
Pero ahora no me encuentro nada bien, estoy muy mareada.

Segundos después noto que la pierna de Ryan roza la mía, eso me provoca un fuerte escalofrío que me hace pegar un pequeño brinco sobre la silla.

—Voy al baño.- digo. Me levanto y me pongo en busca del baño.

Cuando por fin lo encuentro, me meto en la puerta del baño de mujeres. La cierro con pestillo y me siento en el suelo.
Llevaba mucho tiempo sin que me pasasen estas bajadas de tensión tan repentinas. Los odio.

Pasan más de 2 minutos, alomejor algunos  más, o menos, no lo sé.
De repente escucho que alguien toca la puerta.

—Emily, ¿estás ahí? .- escucho la voz de Ryan.

¿Ryan, qué hace aquí ?.
Dudo responderle, pero es lo mejor, ya que no estoy bien. No quiero que él me vea así, pero parece que es el único que ha notado que algo no iba bien.

—Si, estoy aquí.- respondo con la voz entrecortada.

—¿Estás bien?.- pregunta con preocupación.

Agradezco que se preocupe por mi, pero, ¿a él que le importa mi estado?.

—Si, ¿porqué?, déjame en paz.- digo.

—Solo quería asegurarme de que estas bien.- dice.- es que he notado que no estabas cómoda, además que cuando nuestras piernas rozaron pegaste un salto, perdona, lo hice sin querer.

¿Ryan preocupado por mi?, Imposible.

—No te preocupes, estoy bien, gracias.- digo.- Ahora márchate.

De repente escucho sus pasos alejarse poco a poco, y para cuando dejo de escucharlos, me pongo a llorar fuerte, no entiendo que me esta pasando, pero esto no es normal.

—Sabía que no estabas bien.- dice una voz detrás de la puerta.

Es Ryan. No se ha ido.
Pero si los pasos que había escuchado eran los suyos.
Pues no.

Me quedo en silencio, no se que responderle a eso.

—Abre la puerta.- me ordena.- por favor.

—No.- digo.

—Abre la puerta Emily, solo quiero ayudarte.- dice.- se que no confías en mí, lo entiendo, no nos hemos llevado bien pero ahora somos familia, y aunque no lo creas me importas.

¿Le importo?, dudo que sea verdad, pero al menos parece preocupado por mi.

Le hago caso y abro la puerta. Tengo los ojos con el rímel corrido, lágrimas cayendo por los ojos cómo cataratas.
Cuando abro la puerta, Ryan se acerca a mí y me agarra de los brazos.

—Emily, ¿qué te pasa?.- pregunta.- confía en mí, cuéntamelo.

Negué con la cabeza. Simplemente no sé lo que me pasa, así que no se lo puedo contar.

—Emily, venga.- suplica.

—No lo sé, Ryan, no sé lo que me pasa, solo sé que no quiero estar aquí.- digo sollozando.

—¿Aquí donde? .- pregunta.- ¿en este restaurante?.

Asiento con la cabeza.

—¿Por qué? .- interroga.

—No estoy cómoda.- digo.- me gustaría estar en mi casa de Houston, con mi padre, mis amigas y en el instituto que he crecido. No en una ciudad la cual soy nueva, conocer gente nueva, instituto nuevo, padrastro nuevo, y tú.

—Ya, te puedo llegar a comprender.- declara.- pero es lo que te ha tocado, tu padre ha hecho algo mal y te ha perjudicado a ti y a tu madre, ahora tenéis una nueva vida, y te tendrás que acostumbrar.- dice.- Y, yo, bueno ya se que no te lo he hecho pasar muy bien en la primera parte del curso, pero sabiendo que te sientes así, y que ahora somos familia, intentaré no ser tan cabezota contigo.

—Gracias, supongo.- expreso.

—Pero me ayudaría mucho que me hagas un favor.- declara.- supongo que sabes lo de mi reputación con las tías del instituto.

Asiento.

—Pues eres la última , así que me harías un favor si fingimos en el instituto que estamos saliendo.- propone.- es solo durante una semana.

No me parece una buena idea. Tendrá que hacer algo a cambio.

—¿Qué haces a cambio? .- pregunto.

—Dejo de insultarte y meterme contigo en el instituto.- dice.

—Vale, pero también tienes que llevarme todos los lunes y viernes a clase de baile, me da igual que tengas planes, lo haces y punto, si no, le cuento a todos la verdad.

—Trato.- enuncia. Me da la mano.

—Trato.- Se la estrecho.- y ahora, vámonos a casa por favor.

Asiente, me agarra de mano para guiarme y cuando salimos del restaurante sin que nuestros padres nos vean, me la suelta, nos metemos en el coche y cantamos a todo pulmón mientras nos dirigimos a casa.

¿Me odias o me besas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora