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-Emily-

Han pasado cinco días desde que compartimos aquella pizza en el sofá. La vida ha retomado su curso normal, aunque con una nueva rutina que hemos adoptado para asegurarnos de que todo siga bien.

Esta mañana, el sol brilla con intensidad a través de las cortinas del salón. Me levanto temprano y decido aprovechar el día. Desde el accidente, me he sentido más agradecida por los pequeños momentos, y hoy planeo hacer algo especial.

Mientras él prepara los sándwiches en la cocina, me encargo de empacar las bebidas y algunos bocadillos. Siento una energía renovada, como si estos días de descanso nos hubieran dado una nueva perspectiva.

—¿Has metido la manta? —me pregunta, mirando por encima del hombro.

—Sí, ya está en la cesta —respondo con una sonrisa—. ¿Te has dado cuenta de lo bien que nos han hecho estos días tan tranquilos?

Asiente, con una expresión de calma en su rostro.

—Sí, ha sido genial poder desconectar un poco y disfrutar de nuestra presencia.

Termino de empacar todo y nos dirigimos al parque. Es un lugar que siempre me ha gustado por su tranquilidad y el verde de los árboles. Al llegar, extendemos la manta bajo la sombra de un gran roble y comenzamos a sacar nuestra comida.

—¿Sabes? —digo, mirando el cielo claro—. Siempre he pensado que deberíamos hacer esto más a menudo. Es tan relajante.

Él asiente mientras se sienta a mi lado.

—Totalmente de acuerdo. La próxima vez podríamos traer un libro para leer juntos o quizás jugar a algún juego de mesa.

Nos reímos juntos y comenzamos a comer, disfrutando del sabor simple pero delicioso de los sándwiches. Alrededor nuestro, el parque cobra vida con las risas de los niños y el canto de los pájaros.

Después de comer, nos recostamos en la manta, mirando las nubes pasar. Me siento en paz, como si todos los problemas del mundo hubieran desaparecido por un rato. La compañía de mi novio junto a la mía, la naturaleza a nuestro alrededor, y este momento perfecto son todo lo que necesito.

—Gracias por esto —le digo suavemente—. Es realmente lo que necesitaba.

—Yo también —responde, tomando mi mano en la suya—. Estoy aquí, para ti, siempre.

Justo en ese instante, un perro grande y juguetón aparece corriendo hacia nosotros, escapando de su dueño. Nos sobresaltamos cuando el perro se lanza sobre la manta, derramando nuestras bebidas y haciéndonos reír a carcajadas.

—¡Hey, tranquilo! —digo, intentando calmar al perro mientras nos lamía la cara.

Unos segundos después, una chica aparece corriendo detrás del perro, jadeando y disculpándose profusamente.

—¡Lo siento mucho! —dice, con una mezcla de vergüenza y alivio—. Max siempre se emociona demasiado en el parque.

Nos reímos, levantándonos y ayudándola a controlar a Max.

—No te preocupes, es un perro muy mono—responde él, todavía riendo.

La chica nos mira con una sonrisa agradecida y luego se fija en nosotros más de cerca.

—Oye, ¿ustedes no son los que salieron en las noticias la semana pasada? ¿Por el accidente?

Nos miramos sorprendidos, sin saber qué responder al principio.

—Sí, creo que sí —digo finalmente—. ¿Cómo lo sabes?

—Mi hermano trabaja en el hospital donde los llevaron. Me contó que fueron muy valientes y que todo salió bien gracias a su rápida acción.

Nos quedamos en silencio por un momento, procesando la información. La chica sonríe nuevamente y se despide.

—Bueno, perdonad por el perro. Que tengan un buen día —dice, llevándose a Max con ella.

Nos miramos, aún sorprendidos por el encuentro inesperado.

—Bueno, eso sí que fue sorprendente —digo, rompiendo el silencio.

—Definitivamente. ¿Quién hubiera pensado que nos reconocerían aquí? —responde él, riendo de nuevo.

Y así, con una nueva anécdota para recordar, recogemos nuestra manta y decidimos dar un paseo por el parque, disfrutando del resto del día.

¿Me odias o me besas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora