23 | Lívido

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Nate

— ¿Si vendrá? — Priscila le preguntó a Grace.

Nos encontrábamos en uno de los mejores restaurantes de Beverly Hills. Andrew sugirió que viniéramos a cenar para darle inicio a la semana de parciales.

De seguro cuando terminé también van a festejar.

Claro.

Quedamos de vernos a las ocho en el restaurante y ya eran casi las nueve y Serena no daba señales de vida. Sus amigas lucían preocupadas frente a mi y yo ya había intentado mandarle mensajes, pero ni siquiera los veía.

Dudaba que algo le hubiera pasado. Si alguien osaba tocar a la heredera de los Brooks los noticieros no hablarían de otra cosa, así que esto era diferente.

Me preguntaba si su ausencia se debía a mi. Era más probable que no tuviera que ver conmigo, pero quizás ella se había arrepentido de nuestro trato.
La entendería debido a que ella tiene novio, pero no sabía nada. Ya había comenzado a delirar por su ausencia.

Bebí de la gaseosa que antes había pedido escuchando a Andrew calmar a su novia.

— De seguro hay mucho tráfico — dijo mi amigo, pero las chicas negaron.

— ¿Y por qué no contesta su celular? — habló Grace. Estaban calmadas, pero el nerviosismo comenzaba a hacerse presente. Incluso en mi.

— Lo siento mucho.

Todos en la mesa suspiramos de alivio al escuchar su voz. Me giré para verla y como siempre Serena lucía muy bien, pero algo alterada.

— Dios — exclamó Priscila — Serena, al menos contesta tu teléfono.

Ella tomó asiento entre Priscila y Ryan disculpándose.

— Lo siento es que... había algo de tráfico y tarde en alistarme — comenzó a explicar.

— Te perdonamos. — Le dijo Grace.

Ella suspiró para después mirarme. Sin decir nada solo levante una ceja a lo cual ella se encogió de hombros. A pesar de lucir alterada se veía bien. Sus ojos tenían un delicado delineado, sus labios un color rojo y su vestido era corto pero de manga larga sin hombros dejando al descubierto sus hombros y clavícula.

Su delicado cuello me llamaba a posar mi boca en él y sus labios... carajo íbamos a cenar con amigos, pero mi mente ya estaba en otro lugar.

Suspire tratando de aminorar la sensación de calor que me recorría entero. Ordenamos nuestra cena y esperamos un rato por ella.

— Me siento mal por estar aquí — dijo Priscila — Debería estar estudiando para mi examen.

— Amor, relájate. Una cena no le hace mal a nadie — su novio la consoló — Además, eres muy lista, no necesitas estudiar.

— Ja, Ja — Priscila simuló una risa a lo cual todos reímos en la mesa.

— ¿Sabes que te lo dice por que él tuvo la idea de cenar verdad? — Grace le preguntó y la aludida asintió.

— Cómo él no tiene que estudiar.

Era cierto. Era curiosa la manera en que se repartían los dones o en cómo Dios nos creaba ya que de una forma extraña Andrew era muy inteligente. Del tipo de inteligencia que iba a competencias, no entendía como ya que la mayoria del tiempo él se comportaba como un idiota.

— Serena.

Escuché como Grace llamaba a su amiga quien parecía distante. La castaña miraba fijamente una copa vacía y levantó su cabeza hasta la rubia.

Noches de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora