24 | ¿Arrepentimiento?

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Serena

La luz que entraba por el ventanal me molestaba en el rostro.

Me removí sin ganas de salir de la cama. Estaba muy cómoda y necesitaba dormir ya que no recordaba a qué hora me había dormido anoche.

Sentí su mano en mi cintura pegándome a él y también sentí otra cosa.

Ya no tenía sueño.

Moví mi trasero en su entrepierna desencadenando su gruñido en mi oído.

— Basta — somnoliento susurro en mi oído— Serena.

Sonreí aunque no podía verme ya que estaba de espaldas a él, pero seguí moviéndome. La falta de ropa hacía que el roce se sintiera más íntimo.

Festejé mentalmente cuando se colocó sobre mi.

— Eres insaciable — dijo con su ronca voz.

— Ni que lo digas — le respondí logrando que sonriera.

Su rostro de recién despertado era algo muy distinto a lo que siempre mostraba o a como lo conocía, tenía los ojos entreabiertos y su cabello estaba despeinado. No era como si eso afectara a su atractivo ya que lucía igual de apuesto que siempre.

La intimidad en la que nos encontrábamos era algo que no consideramos en ese momento. No sabía si Nate acostumbraba a llevar a sus conquistas a su departamento, pero yo ya estaba ahí. Ese pensamiento provocó algo extraño en mi, pero desapareció cuando Nate comenzó a besarme. Puse mis manos en sus hombros, ambos estábamos desnudos.

Lo besé de vuelta sintiendo como el ambiente se tornaba intenso.

Beso mi cuello. Mis pechos. Mi abdomen y me dedicó una última mirada antes de posarse entre mis piernas. Las cerré ya que nunca había hecho eso y no sabía cómo era.

— ¿Me tienes miedo? — cuestionó con coquetería.

— Yo... yo nunca he... — tartamudee, me apenaba un poco confesar eso ante él.

Él asintió — Si no quieres no lo hago, pero tengo que decirte que te va a gustar.

Lo medité y deposité un poco de confianza en él cuando asentí.

Primero dejo besos húmedos en mis muslos provocando que mi piel se erizara, acarició mi centro como ya lo había hecho anoche.
Suspire. Eso se sentía muy bien sumándole la sensación de sus labios sobre la delicada piel de mis muslos, me sentía muy sensible ante todo.

Gemí al sentir su dedo entrando en mi vagina. Los besos no paraban y una de sus manos fue a mi pecho amasándolo coloqué mi mano sobre la suya. A pensar de que me sentía un poco adolorida por todo lo que habíamos hecho en la noche, sus caricias lograron eliminar todo rastro de dolor.

Sin esperarlo sentí su boca justo ahí. Justo en el lugar donde necesitaba más atención.

— ¡Nate! — gemí su nombre ante su boca depositando un beso en mi centro.

Succionó un poco logrando que yo jadeara. Tomé las sábanas entre mis manos sentía que subía a un lugar muy alto del cual no quería bajar, ya había comenzado a mover mis caderas sobre su boca y él no se detenía.
Movió su lengua sobre mis labios haciendo que las sensaciones aumentaran.

Siguió besándome ahí y no quería que se detuviera ¿Cómo era posible que yo misma me había privado de aquellas sensaciones solo por vergüenza? Pensar que antes dudaba en que Nate hiciera eso conmigo sonaba patético, ahora no quería que parara.

Noches de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora