Capítulo 76

669 76 13
                                    

Un día te conviertes en padre y al otro, ya ves como tu pequeña hija es cortejada por otros escuincles que se dejan llevar por la belleza de mi amada hija, una que resulta ser muy amable y dulce, lo que trae más babosos de su edad.

Todavía es pequeña, tiene sólo seis años, ¿por qué tiene que andar recibiendo flores de otro baboso? Eliot dice que no tiene nada de malo, pues se la dio un niño de su edad, por ende, no es algo que haga con malicia, sino que simplemente es un dulce regalo que debería tomar como algo tierno.

Yo no creo en que sea algo inocente, ese escuincle crecerá y al principio serán rosas, pero una vez mi pequeña se convierta en señorita, seguramente lo siguiente que le dará será un hijo y estoy muy joven para ser abuelo.

Joshua también asegura que estoy exagerando, me asegura que quizás en el futuro ni siquiera tengan contacto, puesto a que ahora se ven justamente por las clases que les dan.

Todos los niños al cumplir cinco años comienzan a recibir clases, allí les enseñan cosas sobre nuestro pueblo, las escrituras, cosas relacionadas con las plantas y demás cosas.

Es algo bueno para los niños, pues cuando salen de excursión les enseñan qué planta es comestible y cuál no, además mi pequeña ha aprendido a fabricar tiaras de flores. ¡Son tan lindas! Aunque una vez me hizo ir al trabajo con una de ellas y me molestaron una semana completa.

Por mi pequeña soy capaz de hacer cualquier cosa, además mi muchacho es realmente muy inteligente. Se parece a Eliot, aunque físicamente se parece más a mí.

Nuestra pequeña tiene unos ojitos bellísimos de color azul, el mismo tono que poseo yo, mientras que su cabello parece de oro, es incluso más claro que el cabello de Eliot, lo que nos hace cuidarlo muchísimo.

Nuestro pequeño, por otro lado, tiene el cabello castaño oscuro, casi como el color del chocolate, además de unos bonitos ojos verde olivo. Actualmente es más bajo que nuestra hija, calculamos que por unos 5cm aproximadamente, aunque sabemos perfectamente que normalmente los niños pegan un estirón y seguramente pasará a nuestra hija sin problema.

Joyce también es más alto que nuestro hijo, lo que le ayuda a Fredrik a presumirme como su grandioso hijo será casi tan alto como él, mientras que yo le aseguro que con suerte medirá 1.30 cuando sea adolescente.

Sabemos perfectamente que pelear por nuestros hijos no está bien, ni tampoco debemos compararlos, sin embargo, Fredrik y yo lo hacemos bastante seguido. Lo hacemos como broma, pues en realidad él le tiene cariño a mis hijos y yo a su escuincle baboso roba hijas.

Joyce no es el único que se ha atrevido a darle una flor a mi hija, hay varios niños que hacen lo mismo, pero como lo conozco, me puedo permitir empujarlo con total libertad, sabiendo perfectamente que sus padres no me regañarán, pues saben que estoy jugando. O eso creen...

—¡Papá! —lloraba Joyce, corriendo hasta Fredrik mientras yo cargaba a mi niña para que no pudiese verla.

—¿Por qué lloras? —le preguntó su padre, poniéndose de su tamaño.

—El tío Leo no me deja darle esto a Erya— me acusaba, a lo que Fredrik me miró con cansancio.

—¿Quién te dijo a ti que tu mocosa es tan exclusiva como para no recibir un regalo de mi maravilloso hijo? —me preguntó fingiendo odio.

—Yo lo digo— le respondí.

—Bájate de tu nube, mi hijo no se va a casar con tu enana— me aseguraba— ¿verdad que no, hijo?

—No, yo me quiero casar con mi papi— nos aseguraba, aferrándose a la pierna de Fredrik mientras él sonreía con emoción, sabiendo perfectamente que eso no ocurriría, pero le gustaba saber que su hijo lo quería demasiado.

El cocinero del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora