Capítulo 70

333 45 7
                                    

La búsqueda se ha alargado demasiado, las horas continúan avanzando y la ansiedad de no saber qué estaba ocurriendo me mantenía temblando de miedo.

Quise distraer mi mente al continuar con los arreglos de la habitación, me mantenía optimista al decir que nuestro hijo podría nacer pronto y que necesitará su habitación.

Joshua me ayudaba a limpiar, ahora mismo era lo único que podíamos hacer para distraernos en un momento tan estresante como este.

Aquella mujer está armada, me preocupa que alguien pueda salir lastimado, aunque Joshua trata de calmarme al decir que todos los que la están buscando son guerreros, ella no podría lastimar a nadie justamente porque no tiene las mismas habilidades que tendrían los hombres que conocimos en el barco, unos que peleaban con habilidad mezclada con salvajismo.

Quiero creer que todo estará bien, pero siento que aquel falso optimismo es algo que podría jugarnos en contra. No quiero hacerme ilusiones, sé que aquella mujer sería capaz de hacer lo imposible sólo para salirse con la suya.

—Iré a buscar unas hiervas para hacer té— le avisé a Joshua.

—Pondré el agua a hervir— anunció él, mientras yo salía a mi jardín.

Estaba distraído debido a mi preocupación, aunque ver a la nodriza cargando una espada cubierta de sangre me alarmó muchísimo.

—Dices una palabra y te mato— me advirtió, apuntándome con la espada mientras yo me mantenía enmudecido a la par que sorprendido— ¿hay alguien contigo? —preguntó acercándose peligrosamente.

—No— mentí retrocediendo— no hay nadie aquí— agregué elevando un poco mi tono de voz para que Joshua pudiese oírme.

—Entra— me ordenó, yo estaba caminando de espaldas, avanzaba a un paso lento para que Joshua tuviese tiempo de salir y advertirle al resto la ubicación de la nodriza.

A decir verdad, no sabía cómo sentirme ahora que la tenía frente a mí, ella entró a mi casa y cerró la puerta rápidamente, mirando a su alrededor en busca de cualquier índice de que hubiese alguien conmigo.

Yo vi dos tazas sobre la encimera de la cocina, por lo que casi instintivamente cubrí esto para ganar un poco de tiempo.

—¿Por qué estás aquí? —pregunté con calma, mientras esta mantenía sus ojos fijos en mí, a la vez en la que daba pasos lentos para ponerse al otro lado de la encimera— todos te están buscando.

—Lo sé, pero también sé que no me buscarán en los terrenos de Leonel— me decía con una sonrisa que me resultaba peligrosa— él debe ser mío, no puedo permitir que tú te entrometas en lo nuestro.

—¿Por eso haces esto? —pregunté— ¿crees que Leo estará contigo si yo muero?

—Sí, quizás no al principio, pero llevo su hijo en mi vientre, de algún modo u otro se terminará relacionando conmigo— me aseguraba con diversión, como si su plan no estuviese lleno de fallos.

—Él sabrá que fuiste tú— le aseguré.

—No, en realidad él no sabrá que fui yo justamente porque no sabe que estoy aquí.

—Pero serás la única sospechosa.

—No te preocupes, ya he solucionado ese tema.

Su frente estaba lleno de sudor, seguramente ha estado corriendo y aquel voluminoso vientre debe pesarle lo suficiente como para querer tomar un descanso.

Su cabello rubio estaba desordenado y hasta parecía tener unas hojas, seguramente se ocultó cerca del bosque, en lugares sucios y pequeños, donde nadie podría imaginar que estaría una mujer como ella.

El cocinero del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora