Nuevo día, por la pequeña ventana que había en mi habitación entraban los rayos del sol que consiguieron despertarme, haciéndome ver que Leo ya se había levantado y hasta ordenó su cama para mantener el orden del lugar.
Yo no tardé en levantarme y alistarme como cada día, aunque como la ropa ya estaba seca, la fui doblando apropiadamente para dejarla en mi cofre. No tenía prisa, mi reloj apuntaban las diez de la mañana, así que ordené toda mi ropa antes de acercarme a la cocina queriendo pensar en qué hacer de almuerzo.
Como había patatas, pensé en un almuerzo con patatas y verduras, de este modo las utilizo antes de que se descompongan, o eso pensaba hasta que salí de la cocina queriendo tomar un poco de agua para lavarlas antes de pelarlas.
Cuando salí visualicé la ciudad que se supone habíamos dejado atrás, ¿por qué regresamos? Creía que había ocurrido algo malo que nos obligó a regresar, aunque cuando el capitán me divisó desde la distancia se acercó rápidamente a mí y me pidió que lo siguiera.
Yo no deseaba hacerlo, quería excusarme con la comida, aunque debido a su insistencia bajé del barco mientras el resto tenía la orden de permanecer dentro de este. Nadie podía salir, así que asumí que esto no tomaría mucho tiempo.
No sé dónde íbamos, mis pies simplemente seguían al capitán quien me llevaba por diversas calles, por un momento pensé que estábamos perdidos, estábamos caminando sin un rumbo aparente, al menos hasta que me di cuenta de que deseaba llegar a una casa afueras de la ciudad donde había mucha tranquilidad.
El capitán no me estaba diciendo nada, ambos pasamos todo el tiempo en silencio hasta que llegamos a un sitio donde una niña corrió hacia él con completa emoción.
—Fue ella— me dijo mirándome con cierto temor— ella fue quien me dio el pañuelo— añadió.
—¿Ha regresado para casarnos? —preguntó la niña con emoción.
Yo me quedé sin palabras, no sabía qué decir tras notar como la niña parecía "enamorada" del capitán y no dejaba de hablarle sobre matrimonio, mientras que el capitán le explicaba que aún era demasiado pequeña para pensar en ello.
—Las bodas son lindas— le aseguraba la niña— yo quiero un gran vestido.
—Lo siento, pero no puedo casarme— le aseguraba el capitán, mientras que yo sentía ternura por la forma en la que la niña inflaba los mofletes con enfado— aún eres una niña y...
—¡No soy una niña! —le aseguraba la pequeña— ya tengo diez, mamá dijo que podía casarme cuando fuera mayor.
—Sí, pero aún te faltan un par de años— le decía el capitán con una sonrisa— además...—añadió envolviendo mi cintura con su brazo— yo sólo puedo tener ojos para él y si recibo regalos de alguien más, se pone muy triste— le decía regresándole su pañuelo.
—Oh...—soltó la niña mirándome— lo siento, no sabía que el capitán ya tenía una esposa— decía la niña, acercándose a mí— ya no estés triste, buscaré a otro hombre para casarme.
—Que sea de tu edad— le sugirió el capitán haciéndome reír.
Me sentía avergonzado por la situación, ¿Quién lo hubiese pensado? Ahora entiendo sus palabras y la diversión que le causaba, quisiera que la tierra me tragara, me siento un tonto, aunque como aclaró la situación, nos alejamos de aquel sitio en un silencio mientras él esperaba que lo rompiera.
Podía notarlo nervioso, me miraba constantemente, esperando a que dijera algo que nos hiciera recuperar nuestra cercanía.
—Lo siento...—dije luego de haber caminado un rato, llegando incluso a un callejón donde teníamos completa privacidad para hablar.
—Sé que mi pasado me persigue, pero realmente quiero estar contigo— me aseguraba, atreviéndose a deslizar su mano por mi mejilla.
—Pero no te gustan las formalidades— comenté, bajando la cabeza.
—Sí, no me gustan, aunque realmente me encantaría ser tu novio— me confesaba— si ya no deseas estar conmigo, respetaré tu decisión, no quisiera lastimarte y...
—Si quiero— lo interrumpí, sintiéndome emocionado por la idea— quiero estar contigo y tener el derecho de reclamarte como mío— le confesé, viendo como su sonrisa se expandía.
—Bueno...—susurró rodeando mi cintura— ya puedes decir que soy tuyo...—agregó acercándose a mis labios con tan de besarme con felicidad.
Parecía igual de feliz que yo, aunque era evidente que no podíamos tardarnos demasiado, teníamos que regresar al barco y retomar nuestro camino por segunda vez, sin embargo, esta vez durante todo el camino su mano se encontraba sosteniendo la mía y con una gran sonrisa en los labios nos subimos en el barco.
Como era de esperarse, todos se dieron cuenta de nuestras manos entrelazadas, incluso hubo algunos murmullos que comentaban la situación, pero nadie decía nada grosero ni ofensivo, más bien parecían curiosos por saber sobre "la nueva noticia" que el capitán se reservó para sí mismo.
Yo no me siento preparado para revelar nuestra relación, por lo mismo, evité hablar sobre nuestra cercanía con el resto de tripulación, aunque lógicamente se lo dije a Leo, quien parecía muy feliz por mí, algo que lograba hacerme sentir menos culpable por la idea de estar con otro hombre.
No puedo cambiar mis antiguas creencias tan rápido, aún me siento inseguro con varios puntos de nuestra relación, pero al menos sé que sólo es cosa de tiempo, tarde o temprano lograré ver nuestra relación con mayor seguridad y no con el constante miedo de ser rechazados.
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El cocinero del capitán
Roman pour AdolescentsDurante largos meses trabajé arduamente para ser parte de la importante tripulación de un reconocido político de mi país, donde me alisté para ser asistente de cocina. Mi objetivo era viajar por el océano hasta la gran capilla donde un grupo de sace...