Capítulo 73: malos padres

257 36 3
                                    

Como hoy vendrían nuestros amigos, estaba preparando el almuerzo mientras Leo entretenía a nuestros pequeños en el salón, donde los mantenía sentados con muchas almohadas alrededor para que no se cayeran.

Estos adoran pasar tiempo con él, sobre todo porque juegan hasta caer dormidos y nosotros podemos dormir con normalidad durante las noches.

Ninguno de los dos se despierta durante las noches, a decir verdad, los mellizos se portan bastante bien y eso nos permite mantener nuestra vida con energía.

Incluso hemos tenido tiempo para tener nuestra propia intimidad, ya sea para tener un romántico baño en pareja, cenar con velas a nuestro alrededor, o para tener sexo.

La paternidad es algo que llevamos muy bien, a pesar de que todos se sienten sorprendidos por lo fácil que nos resulta cuidar de ambos niños.

Cuando tienes a tu esposo que te ayuda, obviamente todo es más sencillo, las labores las dividimos en partes iguales, lo que nos permite disfrutar de este proceso juntos.

Me gusta despertar y tener a mis dos retoños recostados a mi lado, pues Leo suele despertar primero y los recuesta en nuestra cama para así preparar el desayuno y encender la chimenea.

Estos siempre me despiertan con sus golpecitos en la cara, sus balbuceos o sus risitas que me dan demasiada ternura.

La familia de Leo está fascinada por nuestros mellizos, ya que, al ser un niño y una niña, ha permitido que no haya peleas por "Yo quería un niño" o un "yo quería una niña"

Por supuesto que nadie esperaba que fuesen dos, ni siquiera nosotros lo esperábamos, aunque ahora comprendemos por qué mi vientre era tan grande a comparación del resto.

Han nacido varios niños, ya sea uno o dos meses después de los nuestros, o incluso un par de meses antes, por lo que no somos los únicos que están cuidando de bebés.

Cuando oí el peculiar sonido de una carreta, rápidamente supimos que serían nuestros amigos, así que limpié mis manos y me acerqué para abrir la puerta.

Joshua cargaba a su pequeño, mientras que Fredrik se acercaba más atrás y con alegría nos saludamos, donde por supuesto les abrí acceso para entrar.

—Buaah, ¡están gigantes!— comentó Fredrik al ver a nuestros bebés.

—¿Ya le han cambiado el menú? —preguntó Joshua.

—No, aún no— respondió Leo— estamos esperando un poco.

—Nosotros hoy le dimos a Joyce una papilla de verduras— anunció Joshua.

—Sí, aunque la mayoría me la comí yo— comentó Fredrik riendo.

—¿Estaba buena? —preguntó Leo riendo también.

—Sí, además olía muy bien— le aseguró— ya lo podrás probar tú y dirás lo mismo, no creo ser el único padre que se coma la papilla de su hijo— aseguraba riendo.

—Pobre pequeño, lo dejan sin comer— comenté hablándole dulcemente a Joyce, quién rápidamente estiró sus brazos para que lo cargara.

—Huele muy bien, ¿en qué te ayudo? —me preguntó Joshua.

—No te preocupes, todo está listo, descansen un poco— les sugerí.

—No me lo digas dos veces— comentó Fredrik dejándose caer al sofá— nuestro renacuajo lloró casi toda la noche— anunció mientras Joshua se sentaba a su lado.

—Hasta ahora no lo he visto llorar más allá de su nacimiento— comentó Leo— siempre que lo veo está riendo y tratando de comerse sus manos.

—Sí, por el día no llora hasta que tiene hambre, quiere que lo cambien o si tiene sueño, mientras que en la noche llora hasta por si acaso— comentó Fredrik masajeando su cien.

El cocinero del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora