Capítulo 10: ¿Tienes miedo?

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Pensé que, si guardaba silencio tarde o temprano el capitán me dejaría ir, algo que no ocurrió, ya que ambos nos mantuvimos en un completo silencio durante un largo tiempo.

Él deseaba saber quién me había lastimado con tal de castigarlo, mientras que yo no deseaba causar más problemas, de hecho, pensaba que lo mejor sería regresar a la cocina y encerrarme como hacía en aquellos momentos donde él no necesitaba de mis servicios.

Quizás no debimos cruzar esa barrera, es muy probable que si no la hubiésemos cruzado yo ahora mismo me encontraría en aquella celda esperando a ser castigado, o quizás estaría siendo castigado sin derecho a explicar la situación, además no estaría sintiéndome como un idiota por pensar que podría ser aceptado por la gente que lo rodea.

El castaño es su amigo, se tratan de "tú a tú" en ocasiones, mientras que yo ni siquiera me sé su nombre ¿Qué se supone que esperaba? Fui un tonto al creer que lograría conocer a la gente de su hogar y además por creer que sería aceptado, es lógico que no era verdad, si aquel castaño no puede aceptarme ¿Cómo lo haría el resto de habitantes de su pueblo?

Es sin duda absurdo, me siento avergonzado y triste por tener esperanzas sobre algo que él no me dijo directamente, de todas formas, el capitán nunca dijo que me llevaría con él a su hogar, es sin duda muy probable que en realidad piense dejarme en otro sitio.

Supongo que lo mejor es alejarme, incluso creo que sería apropiado continuar con aquel pensamiento que la gente de mi pueblo implementó en mi cerebro. Yo estoy enfermo, quizás los rumores eran ciertos y mi enfermedad fue capaz de contagiar al capitán.

No debería acercarme, no quisiera que se propagara, ya que claramente escuché que él ha estado con mujeres, supongo que aún se puede salvar de esta horrible enfermedad que yo no quisiera tener.

Quisiera curarme, quiero ser normal, no quiero sentir este nudo en mi garganta ni esta presión en el pecho que me dificulta el respirar.

Quiero enamorarme, incluso deseo que alguien se enamore de mí y tener una vida normal como el resto de personas del mundo...

No creo que el resto de la gente sienta este miedo a enamorarse, si yo fuese una chica, asumo que el acercarme al capitán sería normal, quizás él se enamoraría de mí, algo que no creo que ocurra ahora gracias a que soy un chico, es obvio que, si tuviese que elegir entre una chica o yo, elegirá a alguien más digno, a alguien con quien pueda formar una familia y casarse.

En lo personal, no tengo interés en tener hijos, conllevan mucha responsabilidad y no sabría cómo cuidar de un niño, ni mucho menos sé cómo callar el llanto de uno. Siento que los niños son problemáticos, algo que obviamente una chica no pensaría... o eso creo...

Cómo no estábamos diciendo nada, decidí cubrir nuevamente mis brazos tras ponerme mi abrigo, sintiendo la atenta mirada del capitán, quien parecía intrigado por conocer la verdad.

—¿Fueron ellos? —me preguntó cortando el silencio— Asher y el resto— agregó.

—No...—respondí sin levantar mi mirada.

—¿Entonces quienes fueron? —insistió.

—Ya no importa, ahora estoy aquí, ¿no? —respondí levantando mi mirada con cierto temor de verlo enfadado conmigo— a-además...—tartamudeé— l-lo importante es que cumplí mi promesa y no escapé...

—¿Tienes miedo? —me preguntó otra vez— o, mejor dicho, ¿me tienes miedo? —corrigió tratando de acercarse.

—N-No le tengo miedo, c-capitán...—respondí temeroso, pero no porque se acercará, sino que me daba miedo contagiarlo con mi enfermedad.

—¿Entonces por qué estás tan nervioso? Tus manos tiemblan casi tanto como tu voz— continuó insistiendo.

—Deberíamos mantener la distancia, no quisiera contagiarlo y...

—¿Contagiarme? —me interrumpió— ¿crees que es contagioso?

—Es posible, a-además... no es apropiado, soy el cocinero del capitán, no debería interesarse por las cosas que me ocurren— le dije tratando de fingir valentía, controlando mi nerviosismo con tal de no parecer inseguro— me iré a descansar, mientras que usted, debería aprovechar el tiempo que tiene para estar con una mujer...—añadí, pasando por su lado mientras sentía que mis piernas temblaban.

Tenía miedo de ser detenido, pero él no lo hizo, de hecho, se quedó inmóvil mientras que yo apresuraba mis pasos con tal de llegar a la cocina, donde lastimosamente me esperaba el castaño, quien me empujó contra uno de los muebles, consiguiendo que tropezara con unas cosas y cayera sobre unos objetos duros que causaron un gran dolor en mi cuerpo.

—Más te vale que no le digas nada— me dijo tomando uno de los cuchillos de la cocina con tal de apuntarme con dicho objeto— el capitán y yo hemos estado juntos desde pequeños, somos casi hermanos, por ello, debes de saber que, si intentas decirle sobre los golpes, me aseguraré de negar todo y la palabra de una perra como tú no tendrá valor sobre la mía— me aseguraba, algo que yo sabía perfectamente.

—N-No dije n-nada...—le aseguré, viendo atentamente el cuchillo.

—No sé lo que buscas, pero aléjate del capitán, él sólo te ve como una prostituta, así que no te ilusiones si llega a ser amable contigo— añadió, clavando el cuchillo sobre la mesa, antes de marcharse.

Sin duda quería llorar, tenía miedo, aunque ¿sus palabras eran ciertas? Es su amigo, entonces supongo que el capitán le ha dicho sobre mí, dándole a conocer que sólo me ve como una prostituta...

Es triste, pero no me sorprendería, este barco está repleto de hombres fornidos que no se asemejan a una mujer, mientras que yo soy más bajo y delgado, quizás por eso el capitán fijó su atención en mí, puede que él sólo busque un reemplazo para pasar el rato con alguien con rasgos más delicados...

Como no quería pensar en nada, decidí ordenar la cocina con tal de no llorar, aunque el nudo de mi garganta no se quería desatar, cada que me mantenía quieto, mis pensamientos me lastimaban y cuando me acerqué a la ventana de la cocina, para cerrarla con la protección de madera, visualicé a lo lejos como una chica entraba a la cabina del capitán.

Supongo que... siguió mi consejo...

El cocinero del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora