Capítulo 35: No necesitas a otra persona

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Me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir, me quiero morir ¡me quiero morir!

Leo me estaba observando fijamente, entre ambos se estaba formando un silencio que yo consideraba incómodo y a pesar de que los minutos avanzaban, debido a la situación me quedé completamente inmóvil sobre su cuerpo sin saber cómo reaccionar.

Él no estaba diciendo nada y mucho menos yo lo estaba haciendo, la situación parecía hablar por sí sola algo que le permitía sacar sus propias conclusiones, unas que claramente eran erróneas, ya que todo esto fue producto de una serie de malas decisiones que tuve.

¿Debería ser el primero en hablar? Debo explicarle lo que estaba pasando, aunque perdí mi valentía tras ver como sus ojos recorrían lentamente mi cuerpo desnudo mientras podía sentir con mi trasero como su erección palpitaba bajo mi cuerpo, volviéndose más y más duro.

—L-Leo...—me atreví a nombrarlo, sintiéndome temeroso.

No quería que se enojara conmigo, deseaba explicarle la situación, era lo correcto, pero las palabras no salían de mi boca producto de lo avergonzado que estaba. Para colmo, no era precisamente por estar desnudo sobre su cuerpo, sino que me avergonzaba el hecho de sentirme excitado por ser parte de esta situación.

Estoy enfermo, no debería gustarme todo este malentendido, debería moverme ahora que sus manos no me sostienen, sería sin duda lo más prudente para hacer en un momento como este, sin embargo, no deseo hacerlo, no ahora que siento la dureza y la longitud de su pene justo bajo mi trasero.

Al principio si estaba avergonzado por ser descubierto en un momento como este, sin embargo, una vez sentí como se estaba poniendo más duro por verme, aquella vergüenza cambiaba completamente.

Me estaba gustando estar expuesto frente a él, sin embargo, mi lado sensato me llevó a tomar la decisión de moverme buscando quitarme de encima, claro que no sin antes rozarme contra su entrepierna casi accidentalmente, o al menos así lo hice ver.

Lo que no esperaba, es que se sentara en la cama y sorpresivamente cambiara nuestras posiciones para dejarme recostado bajo su cuerpo mientras se acomodaba entre mis piernas y bajaba un poco su pantalón para dejar salir su erección, la cual dirigió a mi agujero.

Yo estaba sin palabras, él miraba atentamente hacia abajo y con mucho cuidado lo estaba metiendo, algo que no logró hacer, llevo tiempo sin tener sexo, por lo mismo la zona no estaba dilatada, aunque estaba dispuesto a prepararla para él.

Con cierta timidez por estropear el momento, dirigí mis dedos hacia mi agujero luego de humedecerlos previamente con mi boca.

Leo me miraba casi atontado, eso evidenciaba que aún estaba borracho, seguramente pensaba que todo esto era un sueño o quizás no se da cuenta de que soy yo.

Cuando me di cuenta de esto, me detuve creyendo que lo mejor era detenerme antes de arrepentirme.

—Leo... será mejor que...—logré decir antes de que él, casi impaciente acomodará su cabeza entre mis piernas y rozará su lengua en mi entrada, buscando humedecer la zona para penetrarme cuanto antes— nnnh... n-no p-para...—le pedí sintiendo como el calor de la situación se centraba en mis mejillas volviéndolas cada vez más calientes.

Se sentía bien, esto era algo que nunca había experimentado, no sabía que se podía sentir bien si alguien me hacía esto, pero no era el momento para sentirme bien, tenía que alejarlo, aunque entre más intentaba apartarlo, mejor movía su lengua y cuando quise darme cuenta, estaba completamente empapado deseándolo muchísimo más que antes.

Ya no existía un lado razonable, yo lo deseaba con todas mis fuerzas y como me había dilatado lo suficiente, intentó meterlo otra vez donde lógicamente lo consiguió.

Dolió, esto es lo normal, sabía que dolía ser penetrado, aunque no sabía que con el paso del tiempo llegaría a sentirme tan bien, él se estaba moviendo en reiteradas ocasiones, se estaba centrando en mi placer y aunque suene tonto, esto no era lo normal, al menos no para mí.

Yo sentía que entonces él no estaba sintiéndose bien, ya que se estaba centrando en mi placer, sin embargo, comenzó a besarme mientras en el proceso, me embestía con mayor rapidez, casi volviéndose loco por tocarme.

Sus manos me tocaban por todos lados, parecía que le hacían falta más por la forma en la que me acariciaba. Era extraño, había una mezcla de lujuria y ternura, además él me tocaba, yo lo tocaba, esto era algo mutuo que se estaba volviendo especial.

Me estaba enseñando lo que era el verdadero placer, incluso me demostraba la resistencia que tenía mientras cambiaba de posición aun sin correrse. Yo intentaba controlarme para no hacerlo, pero no podía, mi cuerpo cosquilleaba por todos lados y lo único que podía hacer, era apretarlo deseando que no saliera de mi interior.

—¡Ah...! L-Leo...—gemí aferrándome a las sábanas, ambos continuamos mirándonos frente a frente, la única diferencia es que ahora mis piernas están sobre sus hombros y con profundidad golpea mis entrañas haciéndome sentir espasmos de placer que no era capaz de explicar— ¡nnngh...!

—¿A-Aquí te gusta...? —preguntó en un tono burlón, dirigiendo sus embestidas hacia aquel punto que me hacía temblar.

—Sí... ah... sí...—fui diciendo mientras sentía que me correría de nuevo.

No podía evitarlo, su pene era lo suficientemente grande como para hacerme vibrar de placer, era extraño, me sentía demasiado bien como para que esto no fuese un sueño.

Todo se sentía bien, el calor de su cuerpo, la suavidad de este, sus besos, sus caricias, sus embestidas y hasta su forma de hablar era demasiado bueno para ser verdad.

—Leo...—lo nombré girando nuestras posiciones, permaneciendo esta vez sobre su entrepierna como estaba antes de que todo esto iniciara.

Con obvia habilidad lo introduje en mí y fui moviendo mis caderas buscando complacerlo, algo que no fue complicado, sabía cómo debía moverme para que él se sintiera bien, ya habíamos pasado varios minutos tocándonos y besándonos, por ello deseaba que se corriera, necesitaba que lo hiciera como una confirmación de que podía hacerlo sentir bien.

Su rostro me decía que le gustaba la manera en la que me movía, algo que me ayudó a saber cuándo aplicar más velocidad y entre besos logré que se corriera con un ronco gemido acompañado que me resultaba seductor.

—Haah...—jadeé sobre sus labios, tratando de controlar mi acelerada respiración, sintiendo como mi culo era desbordado con su semen— ¿ves...? No necesitas a otra persona cuando estás conmigo...—le dije acercándome a sus labios.

Él no dijo nada, simplemente me besó y nos fuimos tocando un poco más hasta que decidimos bañarnos para dormir, esta vez completamente desnudos y muy apegados.

El cocinero del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora