Sin despertar (2/2).

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Importante: Leer el anuncio al final del capítulo, es sumamente importante porque les diré algo sobre mi libro personal.

Omnisciente.

La oscuridad es infinita.

No hay un principio o un final en donde la oscuridad pueda tener limite. Resaltar que no por ser ciertamente tenebrosa significa que sea mala.

Tiene sin fin de belleza dentro de ella, sin la oscuridad de la noche, las estrellas no se apreciarían, sin la oscuridad no existiría la claridad quien es su contraría. Existen sin fines de metáforas para romantizarla, pero también existen sin fin de sinónimos para resaltar su maldad.

Cuando cierras los ojos al dormir, casi todos tenemos la certeza de que al salir el sol podremos abrirlos de nuevo y comenzar otro día lleno de cosas nuevas. Pero, cuando tu cuerpo padece de algún mal, como alguna enfermedad, tu ser poco a poco se va acostumbrando a aquella incertidumbre de no saber si mañana estarás.

Lo peor, es cuando estas confiado de cuan saludable está tu cuerpo, sin esperar que, de un momento al otro, solo por un corazón vacío, que lleva un alma sin sentido de la vida, te arranque el despertar, haciendo que te sumas en una eterna oscuridad, donde es incierto el destino, dejándote en una especie de coma, o simplemente, haciendo que te quedes dormido para siempre.

Cruel, egoísta, tenebroso y sumamente malvado.

Kiri caminaba de regreso por el bosque, rodeada de penumbras, de oscuridad...

Por alguna extraña razón, mientras caminaba, los árboles comenzaron a soltar una briza extraña, un aire completamente externo al lugar donde se encontraba. La temperatura de ese pequeño pero tenebroso viento se sentía gélida, erizaba los vellos de Kiri, mientras sus cabellos se movían un poco hacía enfrente. Por ende, un escalofrío invadió su cuerpo, haciendo que sus brazos rodearan su mismo cuerpo, ella sabía perfectamente que era lo que estaba pasando...

- Por mi madre, que no te voy a dejar hacer más daño, maldita miserable - Exclamó con los dientes apretados, recordando los daños que en el pasado había dejado la mujer contraria a ella.

Ese viento no era bueno, como hija de Eywa, sabía lo que pertenecía a su tierra, las vibras del lugar eran densas, apostaba que, si investigaba a fondo en ese lugar, nada se atravesaría en su camino ¿Por qué? Porque aquella mujer era tan cobarde, le gustaba jugar con la mente de los demás, se metía como un gusano en el ser de los demás, era como una plaga, lo que hacía era solo para molestar y comenzar a crear psicosis.

Todo esto lo sabía por lo que había platicado con su madre y, en parte lo sabía porque los últimos días, ella había estado siendo testigo de cómo las brizas en la playa eran diferentes, tan tenebrosas que te hacían perder el rumbo de a donde fuera que quisieras ir.

Todo fue tan cierto cuando presencio la escena hacía una semana de un grupo de niños que jugaban tranquilamente en la orilla, nadaban y se divertían como las almas inocentes que eran, todo hasta que llego ese horrible viento que calaba hasta los huesos. Los niños que estaban corriendo y dando piruetas en el agua, simplemente se detuvieron, viendo en dirección de donde provenía, como no vieron nada, por ende, simplemente se abrazaron a sí mismos, algo tan macabro, que incluso una de las niñas más pequeñas se sentó y se hizo bolita a sí misma, comenzando a llorar un poco.

Los demás niños se acercaron a ella, cuando comenzaron a preguntarle qué era lo que pasaba, la nena dijo que había sentido mucho miedo, que el frío de ese viento era para tener miedo.

EMUNÁ/ KIRI Y AONUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora