CAPÍTULO 29

29 4 0
                                    

Han Jisung

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Han Jisung

No sabía exactamente cómo había terminado aquí, en el lugar donde solíamos vivir juntos, donde cada rincón estaba impregnado de recuerdos que antes me hacían sonreír, pero ahora solo me llenaban de amargura. El apartamento parecía exactamente igual, casi como si el tiempo no hubiera pasado, pero para mí todo había cambiado. Ya no éramos los mismos, ya no éramos nosotros. Y al parecer, lo único que teníamos en común ahora era el dolor.

Las lágrimas fluían sin control, y aunque intentaba frenarlas, era imposible. Mi pecho se sentía como si estuviera siendo aplastado por el peso de la traición. Las imágenes de Minho y Rosé comprometidos seguían proyectándose en mi mente como una pesadilla recurrente, una que nunca podría olvidar.

Cuando me giré para irme, incapaz de soportar un segundo más en ese lugar, ahí estaba él. Como si mi propio sufrimiento lo hubiera convocado, Minho estaba parado justo frente a mí. Sus ojos mostraban sorpresa y algo más... tal vez arrepentimiento, tal vez confusión. Pero ya no importaba. No quería escuchar ninguna excusa.

—Jisung... —susurró, su voz era casi inaudible, como si ni siquiera estuviera seguro de que debía pronunciar mi nombre.

Mi cuerpo se tensó al instante. Toda la tristeza que había sentido hasta ese momento se transformó en rabia en cuestión de segundos. Las emociones que había intentado mantener a raya se desbordaban ahora como un río furioso, empapando cada fibra de mi ser.

—Púdrete —espeté, la ira brotando de mí como veneno. Intenté pasar junto a él, empujarlo fuera de mi camino, pero Minho me agarró del brazo, negándose a dejarme ir.

—Por favor, déjame explicarte —suplicó, su tono desesperado, su agarre suave pero firme.

—¿Explicarme? —pregunté, mi voz quebrada por el dolor—. Entonces eran imágenes reales.

—Yo... —vaciló, su boca se abrió, pero las palabras no llegaron. Y en ese silencio, mi corazón se rompió aún más.

—No, Minho. Vete a la mierda —solté mientras las lágrimas seguían cayendo, mis emociones desbordadas—. Cuatro años. Cuatro malditos años he pasado sin ti, aprendiendo a vivir con tu ausencia, reconstruyendo mi vida poco a poco. Y ahora apareces de nuevo para destruir todo, justo cuando pensaba que al fin tenía paz.

Vi cómo su expresión se transformaba, cómo sus ojos se oscurecían con el peso de sus propios demonios. Pero no me conmovió. No esta vez. No después de todo lo que habíamos pasado.

—No digas eso, por favor —replicó en voz baja, soltando mi brazo como si mi reacción le hubiera quemado la piel—. No sabes lo difícil que ha sido para mí también...

—¿Difícil? —casi grité, sintiendo una furia arremolinada en mi estómago—. ¿Difícil? ¡No tienes ni idea, Minho! ¿Sabes lo que es despertarte todos los días preguntándote qué hiciste mal? ¿Qué podrías haber hecho diferente para no perder al amor de tu vida? Y cuando finalmente logras reconstruir lo que queda de ti mismo, recibes malditas fotos de la persona a la que amas comprometiéndose con alguien más. ¿Crees que eso es difícil? Porque déjame decirte, lo que has hecho es más que difícil. Es cruel.

HEARTBEAT • 𝐌𝐈𝐍𝐒𝐔𝐍𝐆 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora