CAPÍTULO 27

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—¿Ya están los sobres listos? —pregunté, sin levantar la mirada del fajo de billetes que contaba meticulosamente

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—¿Ya están los sobres listos? —pregunté, sin levantar la mirada del fajo de billetes que contaba meticulosamente. El muchacho frente a mí asintió en silencio, y pude ver por el rabillo del ojo cómo me observaba con cierta inquietud. Quizás sabía lo que estaba a punto de hacer, o tal vez simplemente no quería involucrarse más de lo necesario.

Terminé de contar el dinero y se lo entregué en un sobre discreto, mientras él, en un movimiento casi mecánico, me daba dos sobres amarillos. Cada uno contenía fotografías diferentes, imágenes que podían destrozar vidas y alterar futuros en cuestión de segundos.

Tomé uno de los sobres y, con una pluma que había en el escritorio, escribí la dirección de la oficina de Minho. Lo hice despacio, con una precisión casi obsesiva, como si eso pudiera minimizar el impacto de lo que estaba por hacer. Luego, repetí el proceso con el segundo sobre, escribiendo la dirección del apartamento de Jisung.

Cada letra que trazaba me recordaba la línea que estaba cruzando, una línea que sabía que no debía traspasar. Pero esto no era sobre moralidad, no en mi mundo. Aquí, todo se trataba de cumplir con el trabajo, de sobrevivir en un entorno donde la ética era una mera sugerencia, no una regla.

Miré los sobres en mis manos, sopesando las posibles consecuencias. No era ajeno a la manipulación, a los juegos de poder que otros jugaban sin que los demás lo notaran. Sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto, que estaba a punto de provocar un daño irreversible en las vidas de dos personas que, en otro tiempo, podrían haber sido mis amigos. Pero eso había quedado en el pasado. Ahora, era solo un peón en un tablero mucho más grande, movido por fuerzas que no podía controlar.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó el muchacho, su voz temblando ligeramente. No era la primera vez que trabajaba conmigo, pero podía notar que esto lo estaba afectando más de lo habitual.

—Es mi trabajo —respondí con frialdad, más para convencerme a mí mismo que a él. Guardé los sobres en mi chaqueta y me levanté—. Y si quieres seguir en esto, te sugiero que te acostumbres.

El muchacho asintió, aunque la duda seguía reflejada en sus ojos. No le di más tiempo para pensar en ello. Me giré y salí de la habitación, mis pasos resonando en el pasillo vacío. Sabía que una vez que esos sobres llegaran a su destino, todo cambiaría. Pero ya no había marcha atrás.

Mientras caminaba por las calles oscuras, rumbo a la oficina de correos, mi mente no dejaba de torturarse con la misma pregunta: ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar para cumplir con mi deber? La respuesta era clara, aunque me doliera admitirlo. Estaba dispuesto a todo.

El cielo se oscurecía mientras avanzaba, y una sensación de inevitabilidad me envolvía. Los sobres pesaban más de lo que deberían, como si el destino de Minho y Jisung estuviera concentrado en esos pequeños pedazos de papel. Y en cierta forma, lo estaba.

HEARTBEAT • 𝐌𝐈𝐍𝐒𝐔𝐍𝐆 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora