Capítulo 1

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En un salón de clases, Ángeles está sentada frente a su torno de alfarero, sus manos cubiertas de greda mientras moldea una delicada vasija. Su cabello rojo cae en suaves ondas alrededor de su rostro, y sus ojos verdes están concentrados en su obra. A su alrededor, otros estudiantes trabajan en silencio, mientras una suave brisa entra por las ventanas abiertas.

— Ángeles, esa pieza está quedando maravillosa. Siempre logras que algo tan simple como la greda se convierta en una obra de arte — dijo la profesora, acercándose.

— Gracias, profesora. Hay algo en moldear la greda, en sentir cómo cada giro del torno da forma a mis ideas, que me resulta casi mágico — respondió Ángeles, sonriendo con coquetería sin apartar la vista de su trabajo.

— Y esa magia es evidente en cada una de tus piezas. Me sorprende que hayas pedido el traslado justo ahora, cuando estás en tu mejor momento.

— La vida nos lleva por caminos inesperados. He recibido una oferta que no podía rechazar, así que pedí el traslado de sede para estar más cerca. Un nuevo trabajo... y una nueva aventura — explicó Ángeles, sin apartar la vista de su creación.

— ¿Así que te vas a esa hacienda de la que hablabas? Las Rosas, ¿verdad? Debe ser un lugar fascinante.

— Así es. La mujer que me contrató, Emma, me dijo que su esposa está a punto de tener a su hija. Comenzaré la próxima semana. Será un cambio interesante... pero estoy segura de que será inspirador — contestó Ángeles, asintiendo lentamente, su voz baja y envolvente.

— Pareces tan segura, pero hay algo en tu mirada, Ángeles... como si supieras algo que los demás no.

— Tal vez lo sepa, profesora. Pero algunas cosas es mejor descubrirlas a su tiempo — respondió Ángeles con una sonrisa suave, sus manos moviéndose con gracia para dar el toque final a la vasija.

Más tarde, en su pequeño apartamento, Ángeles se prepara para el próximo paso en su vida. Frente al espejo, cepilla lentamente su largo cabello rojo, observando cada movimiento con detenimiento. Su voz, suave y melodiosa, llena el cuarto mientras canta una canción antigua. En la esquina, sobre una mesa, varios de sus dibujos están esparcidos, cada uno más impresionante que el anterior. Un objeto de greda, recién salido de su torno, se seca junto a ellos.

— Las Rosas... suena a un lugar de secretos, de historias que aguardan a ser contadas. Quizás allí encuentre algo más que un simple empleo. Tal vez... tal vez allí descubra algo que ni siquiera sabía que estaba buscando — murmuró Ángeles para sí misma.

Ángeles terminó de peinar su larga cabellera pelirroja, dejando que las ondas suaves cayeran con elegancia sobre sus hombros. Observó su reflejo en el espejo por un momento, admirando cómo el lazo negro que había atado a su moño realzaba aún más el brillo de su cabello. Satisfecha, se levantó y se dirigió al baño.

El agua caliente relajó sus músculos, despejando cualquier rastro de tensión en su cuerpo. Se tomó su tiempo, disfrutando del momento, permitiendo que el vapor envolviera el cuarto de baño. Una vez lista, salió envuelta en una toalla suave y se dirigió al armario para escoger su ropa. Eligió una falda negra que le llaga a la mitad de los muslos reales do sus tonificadas y largas piernas, luego escogió una camisa blanca que contrastaba con el suéter negro que se colocó encima. La combinación le daba un aire sofisticado, pero con un toque de coquetería que era tan propio de ella. Completaría su atuendo con unas pantis negras que llegaban hasta sus muslos y unos tacones negros que realzaban aún más su figura curvilínea. Finalmente, ató con cuidado el lazo negro en su moño, asegurándose de que quedara perfectamente colocado. Frente al espejo, aplicó un labial rojo intenso en sus labios gruesos, dándoles un brillo atractivo. Su maquillaje glowie resaltaba su piel fresca, y las pecas en su cara le daban un toque natural que acentuaba su belleza única.

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