El tiempo en la hacienda Las Rosas parecía volar, y con tanto sexo entre Cate y Ángeles, los preparativos para el bautizo de la pequeña Ada se habían quedado en segundo plano. La bebé, ahora de tres meses, había crecido tanto que su carácter ya comenzaba a notarse. Sus grandes ojos azules eran un espejo de la vida y la inocencia, y aunque tenía poquitos cabellos rubios, ya era una pequeña conquistadora que se ganaba el cariño de todos.
Ada, siempre exploradora, disfrutaba llevando sus juguetes a la boca. Mientras Cate y Ángeles intentaban, sin éxito, que pronunciara alguna palabra, la bebé seguía emitiendo sus adorables sonidos. "Es una bebé sensorial", le decía Cate a todo el que la escuchara, con un toque de orgullo materno.
En fin, en la hacienda las rosas era un día soleados, aunque el clima en Las Rosas tenía fama de ser más cambiante que el humor de un gato. Cate iba con Ada en su coche rumbo a la junta con sus amigas. En el maletero cargaba la carreola portátil lista para ser usada, ya que aunque a la rubia le gustaba cargar a su hija también se cansaba. Mientras tanto, Ángeles estaba en la universidad.
Las cuatro amigas se habían sentado en una cafetería cercana, disfrutando de unos jugos naturales y pastelitos. Paula, conocida por su espíritu travieso, fue la primera en romper el hielo con un comentario cargado de picardía.
— Cate, te vemos muy rejuvenecida — dijo Paula con una sonrisa cómplice, levantando las cejas con malicia. — Dinos, ¿qué es lo que comes... o mejor dicho, qué chupas para estar así de radiante y joven?
Las risas resonaron alrededor de la mesa, mientras Cate intentaba, sin mucho éxito, contener su rubor.
— Bueno... — tartamudeó la rubia, sintiendo cómo el calor le subía al rostro. — Es... es Ángeles.
Tomó un sorbo largo de su jugo, buscando algo de valor líquido para la conversación que sabía se venía.
— ¡Ángeles! — exclamó Cristina, claramente interesada en el tema. — Cuéntanos más, por favor.
Cate, que ya se sentía atrapada, confesó entre risas nerviosas.
— A ver... acompañé a Cristina a una tienda de sexshop esa vez que ustedes nos dejaron solas. — Tragó saliva, recordando aquella tarde. — Cristina me convenció para comprar un pene de silicona.
Paula y Noemí estallaron en carcajadas, mientras Cate se ruborizaba aún más, deseando que el suelo se la tragara.
— Y bueno, desde entonces... Ángeles no me ha dejado en paz, me lo mete todo el rato. — Terminó su frase de manera abrupta, escondiendo su rostro en su jugo.
— ¡Guau, amiga! — dijo Cristina, claramente impresionada. — ¡Siento envidia por ti!
— Cate, ese es el sueño de toda mujer — bromeó Noemí, levantando su vaso para brindar por la confesión.
Cate, recuperando algo de compostura, agregó en tono más bajo.
— No me quejo, pero... me gusta más su lengua.
Paula, siempre lista para una broma, respondió rápidamente.
— Claro, amiga, por eso eres lesbiana.
Las risas se hicieron más fuertes, y Cate finalmente se dejó llevar por el ambiente relajado y cómico de la situación.
Después de un rato, Cate no pudo evitar compartir una inquietud que la tenía algo preocupada, aunque sus amigas solo vieron lo cómico de la situación.
— Chicas... — comenzó Cate, algo dudosa. — Ustedes saben que a mí me gusta la vagina... — Las miró con preocupación, lo cual la hacía ver muy cómica ya que además estaba visiblemente sonrojada. — Y no la he probado en varios días, solo quiere que se la meta...
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ÁNGELES
FanfictionÁngeles Francés, una joven estudiante de licenciatura en artes, llegó a la majestuosa hacienda Las Rosas, donde había sido contratada para trabajar como niñera. Proveniente de una familia modesta, había aprendido a luchar por sus sueños, y este trab...