Habían pasado tres años, y aunque Cate había enfrentado el lado oscuro, su rostro seguía reflejando la inocencia, ternura y amor que siempre la habían caracterizado.
— Te amo, Ángeles. — decía Cate, sosteniendo la mano de su esposa mientras ella estaba en proceso de dar a luz a su quinto hijo.
Ángeles, con el esfuerzo y la determinación visibles en su rostro, estaba en el centro de una experiencia profundamente transformadora. Ahora, la familia se había ampliado, Ada, Adán, Eva, Ángel y la recién nacida Mía eran el centro de sus vidas. Cate estaba a su lado, apoyándola en cada momento de esta nueva etapa.
— Te amo, Cate — sonreía Ángeles mientras cargaba a su bebé Mía.
Cate observaba a Ángeles con una mezcla de admiración y amor profundo. A pesar de los momentos oscuros que habían compartido, la luz en los ojos de Ángeles al sostener a Mía en sus brazos disipaba cualquier sombra del pasado. Cate acarició la mejilla de su esposa, sintiendo el calor y la fuerza que emanaba de ella.
— Nunca pensé que podríamos llegar aquí, a este momento de paz — dijo Cate, su voz cargada de emoción.
Ángeles la miró, sus ojos brillando con lágrimas contenidas. — Hemos pasado por tanto, pero ahora estamos aquí, juntas. Y eso es lo único que importa.
Las enfermeras les dieron un momento a solas. Cate se sentó en el borde de la cama, acariciando el cabello de Ángeles mientras la bebé dormía tranquila en sus brazos. El silencio entre ellas no necesitaba palabras, porque el vínculo que las unía se sentía más fuerte que nunca.
— ¿Recuerdas cuando todo esto empezó? — preguntó Cate, su voz apenas un susurro. — Cuando no podíamos imaginar tener una familia así.
Ángeles asintió, sonriendo suavemente. — Lo recuerdo. Y también recuerdo cómo me prometí que te protegería, sin importar el costo. Ahora veo que fue esa promesa la que nos trajo aquí, a este lugar de amor y esperanza.
Cate tomó la mano libre de Ángeles y la apretó con ternura. — No sé cómo, pero a pesar de todo lo que hemos hecho, a pesar de todo lo que hemos vivido, hemos encontrado la manera de seguir adelante, de construir algo hermoso a partir del caos.
— Te amo, Cate — susurró Ángeles, inclinándose para besar a su esposa en los labios, un gesto lleno de amor eterno.
Cate devolvió el beso con delicadeza, sus ojos llenos de lágrimas. — Te amo, Ángeles. Y amo a nuestra familia. Siempre estaré a tu lado, en la luz y en la oscuridad.
El tiempo parecía detenerse mientras las dos mujeres compartían ese momento íntimo. Mía se movió ligeramente en los brazos de Ángeles, emitiendo un pequeño sonido que hizo sonreír a ambas.
— ¿Estás lista para llevar a nuestra pequeña a casa? — preguntó Cate, sabiendo que, aunque el camino había sido largo y complicado, ahora estaban listas para enfrentarlo juntas.
Ángeles asintió, con determinación en su mirada. — Siempre que estés a mi lado, estoy lista para todo.
Con un último beso, se prepararon para comenzar este nuevo capítulo de sus vidas, una vida donde el amor había superado todas las adversidades, y donde su familia era el pilar que las mantendría unidas para siempre.
Ángeles había cambiado mucho en los últimos años. Desde que la familia había crecido y la vida se había estabilizado aún más, ella se había alejado de los impulsos oscuros que alguna vez la habían dominado. La presencia de la nueva niñera, una mujer mayor, recatada, casada y con varios hijos, había traído una atmósfera de tranquilidad al hogar. Ya no había necesidad de temer que la violencia volviera a surgir en su vida cotidiana.
Cate, consciente de lo mucho que su esposa había sacrificado por mantener a su familia a salvo, había tomado un papel más activo en resolver cualquier problema que pudiera surgir. No estaba dispuesta a permitir que Ángeles se viera arrastrada nuevamente a un lugar oscuro. Sabía que la oscuridad aún acechaba en algún rincón del alma de su esposa, pero también estaba decidida a encontrar maneras de apaciguarla, de mantenerla bajo control. Cada vez que alguna amenaza se asomaba, Cate era la primera en intervenir, utilizando su inteligencia y astucia para manejar las situaciones. Nunca había sido de las que se quedaban de brazos cruzados, y ahora, con la responsabilidad de proteger a su familia, se había vuelto más resolutiva que nunca.
En ocasiones, cuando la tensión se acumulaba, Cate y Ángeles encontraban consuelo en sus hijos y en el sexo. Cate tomaba la mano de Ángeles, mirándola a los ojos con una promesa silenciosa de que todo estaría bien.
— No tienes que volver a ensuciarte las manos, amor — le decía Cate siempre, acariciando suavemente su mejilla. — Yo me encargaré de todo. Tú solo disfruta de nuestra familia.
Ángeles asentía, agradecida por la fuerza y la claridad de su esposa. Sabía que, aunque la oscuridad nunca desaparecería del todo, podía confiar en Cate para mantenerla a raya. Juntas, habían encontrado un equilibrio, una forma de vivir en paz sin renunciar a lo que eran. Y aunque el pasado siempre sería una parte de ellas, el futuro que estaban construyendo era luminoso y lleno de amor, y felicidad.
Mientras los niños jugaban en el jardín, Cate y Ángeles estaban sentadas en el césped, resguardadas bajo una manta. Mía mamaba tranquilamente del pecho de Ángeles, mientras Cate acunaba al pequeño Ángel en sus brazos. La paz de ese momento era palpable, una escena familiar llena de serenidad y calidez.
— Sabes, Ángeles, hay algo que nunca te he dicho — comenzó Cate, acomodándose más cerca de su esposa, sus ojos reflejando una mezcla de confesión y confianza.
— Dime, amor — respondió Ángeles con calma, mientras acariciaba suavemente la cabeza de Mía.
— A mamá nunca le gustó Emma porque no era de sangre pura, como la mía... — Cate hizo una pausa, notando la sorpresa en el rostro de Ángeles, cuyos ojos se abrieron en asombro. — Bueno, como la de todos en mi familia...
La revelación dejó a Ángeles sin palabras por un momento, su mente girando en torno a lo que acababa de escuchar. La idea de que ella y Cate compartieran un vínculo tan profundo y antiguo en su sangre era impactante, pero también de alguna manera fascinante para ella.
— Pero cuando llegaste tú, mamá te amó porque eras de sangre pura como la mía — continuó Cate, meciendo suavemente al bebé en sus brazos.
Ángeles apenas podía creer lo que escuchaba. La conexión que ahora comprendía entre ellas y la aprobación de la familia de Cate era como descubrir una parte de sí misma que siempre había estado allí, pero que nunca había entendido completamente.
— Y siempre sentí como algo dentro de mí quería salir... — Cate tomó la mano de Ángeles, su voz bajando hasta convertirse en un susurro lleno de emoción. — Hasta que te vi matar a Doth y supe quién era yo, y quién eras tú...
Las palabras de Cate resonaron profundamente en Ángeles, quien sintió cómo sus emociones se intensificaban. Cate se inclinó hacia adelante y besó la mano de su esposa con ternura, sellando su declaración con un gesto lleno de amor y devoción.
— Cate, tú eres mi ángel, mi luz en medio de mi oscuridad — respondió Ángeles con una sinceridad que provenía de lo más profundo de su ser.
— Y tú eres mi demonio, Ángeles, y amo mantenerte controlada, amo vivir en tu infierno… — susurró Cate, acercándose con delicadeza a su esposa, incluso con el bebé en brazos. — Siempre te sacaré de la oscuridad porque tú y yo nacimos para estar juntas...
Cate selló sus palabras con un beso suave y dulce en los labios de Ángeles, un gesto que contenía todo el amor, la aceptación y la promesa de que, pase lo que pase, enfrentarían juntos cualquier oscuridad que se presentara. En ese momento, bajo el cálido sol y con la vida de sus hijos alrededor, entendieron que su amor no solo sobreviviría, sino que florecería en cualquier circunstancia.
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ÁNGELES
FanficÁngeles Francés, una joven estudiante de licenciatura en artes, llegó a la majestuosa hacienda Las Rosas, donde había sido contratada para trabajar como niñera. Proveniente de una familia modesta, había aprendido a luchar por sus sueños, y este trab...