Capítulo 12

57 3 1
                                    

Las mujeres, al llegar a la hacienda, se dirigieron directamente a la habitación de Cate, donde prepararon todo para cuidar a la bebé desde allí. Ada, que ya parecía más tranquila y menos febril, descansaba en su cuna mientras Cate y Ángeles se turnaban para revisarla. La preocupación seguía presente, pero con cada minuto que pasaba, la tensión iba disminuyendo.

Ángeles, con voz suave, comenzó a leerle cuentos a Ada, escogiendo historias que sabía que podrían calmarla. Ada, acurrucada entre suaves mantas, escuchaba atenta, y aunque no entendía ningúna palabra, la melodía de la voz de Ángeles la relajaba. Cate observaba la escena, sintiendo una profunda gratitud por tener a Ángeles a su lado en un momento tan delicado.

— Parece que ya se siente mejor — susurró Cate, acariciando suavemente la cabecita de Ada mientras esta comenzaba a cerrar los ojos.

— Sí, está mucho más tranquila. — Ángeles sonrió, apartando un mechón de cabello de su rostro. — Lo peor ya pasó.

Ada dejó de llorar con la intensidad de antes y comenzó a dormirse nuevamente, sus pequeñas manos aferradas a la mantita que la cubría. Cate suspiró aliviada, sentándose en la cama junto a Ángeles.

— Gracias por estar aquí, por cuidar de nosotras — dijo Cate, mirándola con ternura.

— No tienes que agradecerme, Cate — respondió Ángeles, tomando la mano de Cate entre las suyas —. Ada y tú son mi prioridad, son más que un simple trabajo.

Se quedaron así, en silencio, compartiendo un momento de paz. La tensión de las últimas horas parecía un mal sueño que poco a poco se desvanecía. Cate sintió cómo su corazón se llenaba de un nuevo tipo de afecto por Ángeles, algo más profundo y genuino, que iba más allá de la atracción física.

— ¿Te quedarás conmigo esta noche? — preguntó Cate en voz baja, sin soltar la mano de Ángeles.

— No voy a ninguna parte — respondió Ángeles, acariciando la mano de Cate con cariño.

Con Ada durmiendo plácidamente, Cate se recostó en la cama, invitando a Ángeles a hacer lo mismo. Se acurrucaron una junto a la otra, compartiendo la calidez de la noche y la comodidad de saber que, sin importar lo que viniera, estarían juntas para enfrentarlo. Mientras la casa permanecía en silencio, solo el suave sonido de la respiración de Ada llenaba la habitación, un recordatorio de que todo estaba bien en ese momento.

— Buenas noches, Cate — susurró Ángeles, cerrando los ojos mientras sentía el cuerpo de Cate acurrucarse más cerca del suyo.

— Buenas noches, Ángeles — respondió Cate, dejando que el sueño la envolviera mientras se aferraba suavemente a la mujer que había traído tanta luz a su vida.

El deseo entre Cate y Ángeles crecía con cada día que pasaba. La pasión que compartían era tan intensa que parecía consumirlas, haciendo que cualquier momento a solas se convirtiera en una oportunidad para explorar sus deseos más profundos. Cate estaba deslumbrada por el impacto que tenía el acento colombiano de Ángeles sobre ella. Era como si esas palabras en español encendieran algo primitivo dentro de ella, algo que la hacía perder el control.

“Vos sos la razón por la que mi corazón se acelera cada vez que te veo” — decía la pelirroja, cumpliendo los deseos de la rubia.

— No puedo creer lo que me haces sentir cuando me hablas así. — dijo Cate, con una sonrisa juguetona en los labios mientras miraba a Ángeles, quien aún estaba sentada a horcajadas sobre su pelvis.

— Me alegra saber que te gusta — respondió Ángeles, con una sonrisa cómplice. Sus manos acariciaban suavemente el rostro de Cate, disfrutando del contacto de su piel.

ÁNGELES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora