Capítulo 4

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El sol brillaba intensamente cuando la familia de Cate llegó a la hacienda. Ángeles, desde una ventana, observó cómo descendían de sus autos. Eran una fila de hombres altos y guapos, todos con el mismo porte elegante y los rasgos que tan bien conocía en Cate. Eran sus hermanos, Cristhian, Sebastián, Gael y Ethan, auténticos dioses griegos, con sus ojos azules y celestes que parecían capturar la esencia misma del cielo. Detrás de ellos, caminaban los padres de Cate, Eloy y Odette, ambos de una belleza serena y una presencia imponente.

Cate, con Ada en brazos, salió a recibirlos, su rostro iluminado por una sonrisa radiante. Los hermanos se abalanzaron hacia ella, rodeándola con abrazos y felicitaciones. Eloy, su padre, fue el primero en acercarse a la pequeña Ada, sus ojos azules brillando con una mezcla de orgullo y ternura.

— Mira nada más a esta preciosura — dijo Eloy, con una sonrisa amplia mientras tomaba a la bebé en sus brazos con total naturalidad. — Es perfecta, igual que su madre.

Odette, por su parte, observaba en silencio, una sonrisa suave en sus labios. Sus ojos celestes se posaron en Ángeles, que se encontraba un poco más atrás, contemplando la escena. Al cruzar sus miradas, Odette se dirigió hacia ella con pasos decididos.

— Tú debes ser Ángeles — dijo Odette, extendiendo una mano con elegancia. — He oído mucho sobre ti.

— Es un placer conocerla, señora — respondió Ángeles, estrechando su mano, sintiendo la firmeza del apretón.

Odette la estudió por un momento antes de sonreír, un gesto que iluminó su rostro serio.

— Entremos — dijo Cate, invitando a todos a seguirla. — Quiero que vean la habitación de la bebé.

Se veía que la rubia estaba muy contenta con su familia rodeándola. Mientras Cate los conducía hacia el dormitorio de Ada, Ángeles caminaba al lado de los hermanos, quienes resultaron ser muy simpáticos.

— Ángeles es muy simpática — comentó Cristhian con una sonrisa pícara. Vestía con una camisa y pantalón de tela que complementaban su aspecto travieso y encantador.

— Y déjame decirte que también es muy talentosa — agregó Cate mientras abría la puerta del dormitorio de Ada. — Ella pintó las paredes.

Los ojos de todos se abrieron en admiración al contemplar el arte que Ángeles había creado.

— ¿Qué estudias? — preguntó Gael, quien se había acercado para observar la pintura más de cerca. Era el más tímido de los hermanos, vestía unos pantalones de tela y una polera, y usaba lentes que le daban un aire intelectual.

— Licenciatura en Artes — respondió Ángeles con orgullo, sus ojos brillando con pasión.

— Eres muy talentosa — comentó Odette, sorprendiendo a todos, incluida Cate.

Ángeles se sintió un poco intimidada por la intensidad de la mirada de Odette, pero también halagada. Era claro que esta mujer tenía una gran influencia en la familia, y recibir un elogio de ella era algo significativo.

— Gracias, señora.

— Ángeles es muy extraordinaria, madre — intervino Cate, visiblemente complacida de que su madre apreciara a la pelirroja.

Mientras tanto, los hermanos de Cate estaban entretenidos con Ada, observando con fascinación cada movimiento de la bebé.

— Esta pequeña va a romper corazones — bromeó Sebastián, haciendo reír a todos. Sebastián, aunque más serio, no pudo evitar mostrar su lado tierno mientras jugaba con la pequeña.

— Como su madre — añadió Ethan, guiñando un ojo a Cate, quien sonrió ligeramente sonrojada.

Después de la bienvenida, todos se dirigieron al salón principal de la hacienda, donde María había preparado una mesa con refrescos y bocadillos. Los hermanos no paraban de hablar, llenando el ambiente con risas y comentarios amistosos. Ángeles se sentía cada vez más cómoda con ellos, disfrutando de la calidez familiar que llenaba la casa.

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