Capítulo 7

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Cate se había preparado con esmero para la reunión que tendría hoy en la hacienda. Su vestido celeste caía con delicadeza sobre su figura, resaltando su elegancia natural. Había optado por un look sencillo pero encantador: su cabello suelto, un toque de gloss en los labios, máscara de pestañas para destacar sus ojos, y un leve rubor que acentuaba sus facciones. El perfume refrescante que llevaba impregnaba el aire a su alrededor con una fragancia suave y envolvente.

Entró en la cocina, donde María, la encargada de la casa, estaba ultimando los detalles para la reunión en el jardín.

— María, ¿está todo listo? — preguntó Cate con una sonrisa.

— Sí, mi niña. Todo está puesto en el jardín — respondió María con la calidez que la caracterizaba.

— Gracias, María — dijo Cate mientras salía de la cocina, dirigiéndose a ver a Ada.

Mientras caminaba por el pasillo, el suave sonido de una melodía llamó su atención. Siguió el sonido hasta llegar a la habitación de Ada, donde encontró a Ángeles cantándole una canción a la bebé. Su voz era dulce, como un susurro celestial que llenaba la habitación de una calma serena. Cate se quedó en la puerta, observando la escena. Ángeles tenía tantos talentos que Cate seguía descubriendo poco a poco, y esa voz era otro de ellos.

Después de un momento, Cate carraspeó suavemente para no asustar a Ángeles. La pelirroja levantó la vista, aún sosteniendo a Ada en sus brazos, y le sonrió.

— Ángeles, quería invitarte a mi reunión con mis amigas — dijo Cate, acercándose lentamente.

Ángeles se levantó del asiento con delicadeza, colocando a Ada de nuevo en su cuna con movimientos suaves.

— Cate, gracias por la invitación —respondió Ángeles con una sonrisa tímida, pero luego agregó, un poco incómoda — Pero quería preguntarte si podría venir una amiga... Se llama Lena, y tenemos que hacer una exposición para la universidad. No quiero abusar de tu hospitalidad...

Cate la miró con suavidad, reconociendo la incomodidad en el rostro de Ángeles.

— Si te sientes más cómoda de esa manera, claro que puede venir — respondió Cate con una sonrisa tranquilizadora.

— Gracias, Cate. Te lo agradezco mucho — dijo Ángeles, aliviada.

Cate le sonrió con cariño antes de salir de la habitación, dirigiéndose al jardín, donde sus amigas ya habían comenzado a llegar. El ambiente se llenaba de risas y conversaciones animadas. . La rubia intentaba concentrarse en la conversación con sus amigas, pero su mente volvía constantemente a la idea de Ángeles y su "amiga" en la habitación. Sentía una incomodidad que no podía sacudirse, un torbellino de emociones que no había experimentado antes. ¿Por qué le molestaba tanto la idea de que Ángeles estuviera con alguien más?

— ¿Cate, estás bien? — preguntó Noemí, notando la distracción en su amiga.

Cate forzó una sonrisa y asintió, pero sus pensamientos estaban en otro lugar. Finalmente, la inquietud la venció, y con una excusa, se levantó de la mesa, dirigiéndose hacia la habitación de Ángeles. Sentía su corazón latir con fuerza mientras subía las escaleras.

Al llegar, la puerta de la habitación estaba entreabierta. Cate se detuvo en el umbral, observando a Ángeles y Lena sentadas cómodamente en el suelo, con sus computadoras frente a ellas. Charlaban animadamente, y la complicidad entre ambas era evidente. Lena era una joven atractiva, de apariencia simpática y relajada, lo que solo incrementó las dudas de Cate.

Aunque la puerta estaba abierta, Cate la tocó suavemente para llamar la atención de las jóvenes.

— Hola, soy Cate, — dijo finalmente, entrando en la habitación con una sonrisa que trató de mantener natural.

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