Capítulo 16

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A medida que avanzaba el día, Cate no pudo evitar notar la cantidad de llamadas que Ángeles recibía y los susurros que se daban entre ella y Paula cuando pensaban que Cate no estaba mirando. Decidió jugar el juego y no preguntar, aunque la curiosidad la estaba matando. Finalmente, por la tarde, Paula, Cristina y Noemí llegaron a la hacienda con una excusa cualquiera para sacar a Cate de la casa por un rato.

— ¡Cate, tienes que venir con nosotras! — exclamó Paula, casi arrastrándola hacia la puerta. — Hemos encontrado una tienda de vinos que tienes que ver.

— Pero... — intentó protestar Cate, pero sus amigas no le dieron opción.

— ¡Sin peros! Vamos, que no tenemos todo el día — insistió Noemí, guiñándole un ojo a Ángeles antes de salir.

Ángeles, mientras tanto, se quedó atrás para dar los últimos toques a la decoración y asegurarse de que todo estuviera perfecto. Globos, serpentinas y una gran pancarta que decía "¡Feliz Cumpleaños, Cate!" adornaban la sala principal de la hacienda, que estaba también en el primer piso. Había contratado a un pequeño grupo de música en vivo, y la comida estaba lista para ser servida.

Cuando las amigas regresaron a la hacienda, el sol ya comenzaba a ponerse, creando una luz dorada que bañaba los campos alrededor de la casa. Cate entró sin sospechar nada, solo para ser recibida por un estruendoso "¡Sorpresa!" de parte de Ángeles y el resto de sus amigos, quienes habían llegado mientras estaban fuera.

Cate se llevó una mano a la boca, totalmente sorprendida.

— ¡No puedo creerlo! — exclamó, mirando a todos con los ojos llenos de emoción.

Ángeles se acercó y la abrazó fuertemente.

— Feliz cumpleaños, mi amor — susurró en su oído. — Espero que te guste la sorpresa.

— Es perfecta — respondió Cate, todavía asombrada por todo el esfuerzo que Ángeles había puesto en la fiesta.

La fiesta continuó con risas, música y muchas historias. Cristina, como siempre, decidió animar el ambiente compartiendo algunas anécdotas divertidas de su vida.

— Bueno, chicas, no sé si alguna vez les he contado sobre la vez que Danniel decidió probarse mi ropa interior — comenzó, con una sonrisa pícara.

Todas las miradas se volvieron hacia ella, y un coro de risas llenó la sala.

— ¿Qué? — exclamó Cate, casi escupiendo su bebida. — ¡Eso tienes que contarlo!

Cristina asintió, disfrutando del efecto que tenía en sus amigas.

— Resulta que un día, Danniel estaba curioso por saber por qué siempre me quejaba de lo incómodos que son los sostenes. Así que, como el valiente hombre que es, decidió probarse uno de los míos... ¡y terminó atrapado en él! — relató, gesticulando exageradamente.

Paula y Noemí se estaban riendo tanto que casi se caen de sus sillas.

— ¡No puedo imaginarlo! — gritó Noemí entre carcajadas.

— Pero eso no es lo mejor — continuó Paula, haciendo una pausa para aumentar el suspenso. — Cuando intentó quitárselo, se le enredó tanto que tuvimos que cortarlo para liberarlo. Fue una de las cosas más ridículas que he visto en mi vida.

Cate se reía tanto que le dolía el estómago.

— ¡Pobre Danniel! — exclamó Ángeles, tratando de contener su risa.

Paula se encogió de hombros, con una sonrisa.

— Bueno, él lo intentó. Pero al menos ahora entiende por qué no me gustan mucho los sostenes.

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