Capítulo 26

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Ángeles había pasado la tarde en su estudio, inmersa en su más reciente obra de arte. La pintura siempre había sido su refugio, una manera de canalizar las emociones que de otra forma la consumirían por dentro. El lienzo frente a ella comenzaba a tomar forma, capturando con precisión la mezcla de luces y sombras que reflejaban su estado mental, una combinación de amor y oscuridad que solo ella comprendía. Mientras tanto, Cate estaba ocupada lidiando con los problemas del sector agrícola de la hacienda. Uno de los pedidos estaba mal organizado, y eso significaba que tendría que estar al tanto de todos los detalles para evitar futuros contratiempos. No era un trabajo fácil, pero Cate siempre había sido meticulosa y comprometida con cada aspecto de la hacienda.

Cuando finalmente terminó, Cate regresó a la casa, cansada pero satisfecha por haber resuelto el problema. Al entrar, notó que la casa estaba en un silencio reconfortante. Doth, la niñera, ya había puesto a dormir a los pequeños. Cate siempre había apreciado la dedicación de Doth.

— Gracias por cuidar a mis pequeños, Doth. Eres una muchacha increíble. — dijo Cate con una sonrisa sincera mientras se dirigía a la cocina a buscar algo para comer.

Doth, quien estaba guardando algunos juguetes de los niños, levantó la vista y le devolvió la sonrisa, aunque con un leve rubor en sus mejillas.

— De nada, señora Cate... — respondió la joven, notoriamente nerviosa.

Cate tomó una banana del frutero y comenzó a comerla, disfrutando del pequeño momento de tranquilidad. Ángeles, quien había estado pintando en el cuarto de arriba, decidió bajar a la cocina por un vaso de agua. Al llegar a las escaleras, se detuvo al escuchar voces que provenían de la cocina. Se inclinó ligeramente, observando a Cate y Doth en lo que parecía una conversación normal, aunque notó una tensión extraña en el aire.

— Señora, quería decirle algo... — comenzó Doth, con la voz temblorosa.

Cate, ajena a la situación, le sonrió amablemente.

— ¿Qué sucede, Doth? — preguntó Cate, notando la incomodidad de la joven.

— No podré seguir trabajando para usted. — dijo Doth, sin atreverse a mirar a Cate a los ojos.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Cate. Encontrar una buena niñera era cada vez más difícil, y Doth había sido excelente en su trabajo.

— ¿Por qué, Doth? ¿Sucedió algo que no sepa? — Cate estaba genuinamente preocupada.

Doth tragó saliva, sin saber cómo decir lo que realmente sentía. Finalmente, respiró hondo y, con un movimiento impulsivo, se acercó a Cate, inclinándose hacia ella.

— No es eso... — susurró Doth antes de cerrar los ojos y besar a Cate sin previo aviso.

Cate quedó completamente desconcertada, paralizada por la sorpresa. La banana cayó de su mano, rebotando en el suelo con un sonido sordo. El tiempo pareció detenerse para ambas, pero para Doth, ese momento fue la culminación de todo lo que había sentido desde que comenzó a trabajar en la hacienda. Ángeles, que había estado observando todo desde las escaleras, sintió cómo una ira oscura comenzaba a invadir su ser. Su mente, que normalmente se inclinaba por el autocontrol, fue superada por un instinto primitivo de posesión y violencia. Bajó las escaleras con determinación, sus pasos resonando en el pasillo como un presagio de lo que estaba por suceder.

Cate se apartó de Doth, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. Sus labios aún sentían el calor del beso, pero su mente no lograba comprender la situación. En ese momento, notó a Ángeles entrar a la cocina, con los ojos brillando de furia.

— La amo... — susurró Doth, su voz llena de emoción y desesperación.

Fue lo último que dijo. Ángeles, en un movimiento rápido y preciso, sacó un cuchillo que tenía guardado en su delantal, el mismo que utilizaba para tallar figuras de madera. Sin titubear, lo hundió en el cuello de Doth con una precisión mortal, cortando su arteria con un solo movimiento.

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