Ada había salido temprano a la universidad, por lo que Cate decidió aprovechar la oportunidad para salir junto a Ada en su coche, en compañía con sus amigas Cristina, Noemí y Paula. Tras hacer algunas compras para Ada, terminaron sentadas en un café al aire libre en el centro comercial, disfrutando del buen clima y de un merecido descanso después de tanto sexo.
— Necesitaba esto, chicas — comentó Cate mientras se estiraba en la silla, tomando un sorbo de su capuchino.
— ¡Nosotras también! — respondió Noemí con una sonrisa. — ¿Cómo va todo en la hacienda?
Cate miró a sus amigas, su mirada un poco más seria. Decidió que era el momento de hablar.
— Bueno… hay algo que quería contarles.
Las tres amigas la miraron, expectantes.
— ¿Qué pasa, Cate? — preguntó Paula, alzando una ceja curiosa.
Cate tomó un respiro profundo antes de soltarlo.
— Me he acostado con Ángeles. Y... — Cate hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. — Me gusta mucho.
Las palabras cayeron sobre la mesa con un peso que Cate no esperaba, y por un momento, el silencio entre las cuatro mujeres fue palpable. Sin embargo, la reacción no fue lo que Cate temía. En lugar de reproches o escándalos, sus amigas se miraron entre sí con sonrisas cómplices, casi divertidas.
— Te atravesaste más allá, Cate — comentó Noemí, casi con una carcajada.
Cate las miró confundida. — ¿Qué quieren decir?
Paula se inclinó hacia adelante, con una sonrisa traviesa en el rostro.
— Cate, ya no eres una niña. Es obvio que estás enamorada de esa muchachita, y ella de ti. Deberías pedirle que sea tu novia.
Cate parpadeó, sorprendida por la sugerencia directa.
— ¿Mi novia? — repitió, como si la idea fuera una novedad para ella.
— ¡Por supuesto! — exclamó Paula. — Esa chica está como quiere, tiene un cuerpo de infarto, y si dura poco, pues dura poco…
— Pero atrévete, amiga. No tienes nada que perder. — Agregó Cristina. Sus amigas estaban muy eufóricas por Cate, estaban encantadas sobre la idea de que su amiga comiera carne fresca.
— Cariño, tú eres un mujerón — añadió Noemí, asintiendo con la cabeza. — No te prives de ser feliz.
Cate se rió, aunque por dentro sentía que la idea comenzaba a tomar forma en su mente. Tras un rato más de charla, Paula y Noemí se tuvieron que ir, dejando a Cate y a Cristina a solas.
— Cate, ¿me acompañas a una tienda? — preguntó Cristina de repente.
— Claro, ¿a dónde? — respondió Cate mientras se levantaba.
— Necesito comprar un pene de silicona. Mi esposo me tiró el mío, ya sabes hombres… — Cristina bebió un sorbo de su café restándole importancia al asunto. — Se puso celoso… — le dió una calada a su cigarro. — y estoy que me muero sin él. Las noches son duras… — Cristina era muy cómica y hacía mucho reír siempre al grupo.
Cate no pudo evitar reírse a carcajadas. — ¡Cristina, eres única!
— ¡Es la verdad! — Cristina respondió, divertida. — Y ya que estamos ahí, deberías comprar uno para usarlo con Ángeles.
— ¡No, no puedo hacer eso! — Cate exclamó, aún riéndose, pero la idea la hizo ruborizarse.
— Vamos, Cate. No seas tímida. Te vendrá bien algo de variedad.
ESTÁS LEYENDO
ÁNGELES
FanfictionÁngeles Francés, una joven estudiante de licenciatura en artes, llegó a la majestuosa hacienda Las Rosas, donde había sido contratada para trabajar como niñera. Proveniente de una familia modesta, había aprendido a luchar por sus sueños, y este trab...