Capítulo 14

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Las novias estaban sumidas en su luna de miel, Ángeles dedicada a sus estudios y Cate centrada en su trabajo, mientras cuidaban a la adorable bebé Ada. Eran una hermosa familia.

Ángeles estaba en la universidad, y Cate había ido al sector de agricultura para revisar, junto al supervisor, los últimos detalles del pedido realizado por Astor Piero, su mejor cliente y amigo. Astor era un hombre de campo, con un cuerpo musculoso y bien trabajado. Aunque solía vestir con jeans, botas y sombrero, cuando cambiaba su atuendo por algo más sofisticado, se convertía en el hombre ideal para cualquier mujer. Sus ojos azules intensos y su cabello rubio lo hacían aún más atractivo.

- ¡Astor! - saludó Cate con cariño. - Todo está listo como siempre. - informó rápidamente.

- Confío en ti, cariño. - respondió Astor, dejando su mano en la cintura de Cate por un momento.

- ¿Qué te parece si tomamos un vino? - sugirió Astor con una sonrisa amable.

- Claro, le diré a María que nos prepare algo. Yo también tengo hambre. - le guiñó un ojo, divertida.

Ambos montaron en sus respectivos caballos y se dirigieron a la hacienda. Cate llevaba una camisa rosa pastel escotada, jeans negros y botas a juego, junto con un sombrero café que complementaba su cabello suelto.

Al llegar a la hacienda, dejaron a los caballos pastando mientras Cate guiaba a Astor hasta el jardín. Lo dejó allí sentado y fue a buscar a María.

- María, ¿podrías traernos vino y algunos bocadillos a la terraza, por favor? - pidió Cate con una sonrisa.

- Claro, hija. Enseguida los llevo. - respondió María con calidez.

- ¿Aún no llega Ángeles? - preguntó Cate, echando un vistazo al reloj.

- No, la niña Ángeles aún no ha llegado. - respondió María.

- Bueno, la esperaremos afuera. - dijo Cate, regresando al jardín con una sonrisa.

- María ya nos trae el vino. - anunció Cate al llegar donde Astor.

- Dios, cómo extraño a esa mujer. - dijo Astor, sonriendo con nostalgia.

Justo en ese momento, María llegó con una sonrisa amable, llevando la bandeja con vino y bocadillos.

- ¡Hola, mi niño! ¿Cómo estás? - saludó María a Astor con afecto.

María colocó la bandeja con vino y bocadillos sobre la mesa, mientras Astor la observaba con una sonrisa cálida.

- María, siempre tan atenta. - dijo Astor, levantándose un poco de la silla para darle un abrazo afectuoso. - No sabes cuánto extraño tus comidas cuando estoy fuera.

- ¡Ay, mi niño! - respondió María con una risa suave mientras lo abrazaba de vuelta. - Desde que eras pequeño, siempre supe que serías un buen hombre. Es un gusto verte cada vez que vuelves.

- Y siempre es un placer volver a casa y verte, María. - dijo Astor con un cariño genuino en su voz.

- Siempre es un gusto verte, hijo. - replicó María con una sonrisa, dándole un golpecito en el brazo antes de regresar a la cocina.

Cate observó la escena con una sonrisa, apreciando la relación casi maternal que había entre María y Astor.

- Es increíble cuánto cariño le tienes a María. - comentó Cate, tomando una copa de vino y ofreciéndosela a Astor.

- María ha sido como una segunda madre para mí. - respondió Astor con una sonrisa nostálgica. - Siempre la he respetado y querido mucho, especialmente desde que me vio crecer en esta hacienda.

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