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Mirándose al espejo, aquel castaño nipón de nombre Shingo Yabuki, se encontraba mirando el corte en su mejilla producto del Galáctica Phantom errado de Ralf Jones de su anterior pelea un día después, la herida era bastante notable aún dado a que era algo reciente. Pero realmente no le importaba mucho tener otra herida más, al final del día solo marcaban que tan fuerte se había hecho.

Pero luego de mirar abajo... si~, eso no se miraba bien.

El simple hecho de alzar su camiseta le era bastante doloroso e incluso así, no podía mirar mucho debido a los vendajes tapando todo su abdomen. Pero cuando lo pudo ver post combate antes de ser tratado, era la mancha morada más enorme cubriendo su estómago tanto en su anterior como actual vida, señal de que tan fuerte fue el Galáctica para su propio cuerpo.

Gracias al nivel de sus heridas, el próximo combate se daría dentro de mañana o el próximo, pendientes de ser directamente descalificado si no se recupera pronto. Por más que se diga que él puede ganar esto, no tiene que olvidar que es solo su promesa contra la cruda realidad.

De seguro dirán que algo como eso no podría recuperarse muy rápido, son moretones que podrían tardar más de 15 días para que no se noten tanto, pero aquí entraba los tratamientos especiales que la organización del Torneo fue amable de proporcionarle. Así que ahora se encontraba preparándose para las primeras sesiones de recuperación con medicina más... "Excéntrica", que la medicina tradicional.

Fueron claros y concisos, si se lastima más y más, va a llegar un punto donde no sólo no podrían hacer mucha cosa. Si no también que se le negara atención médica. Injusto, si, pero él se lo busco tras haber peleado de tal manera.

No había caso en revisar más el pasado, se pondría el traje que la Kunoichi le compró y saldría para ir a la enfermería. Sin sospechar que alguien iba a sus espaldas, mirándolo fijamente como una presa y lamiendose los colmillos cual depredador esperando el momento oportuno.

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En alguna parte de Japón.

La alarma de una habitación sonaría indicando la mañana de un nuevo día, la dichosa máquina sería rápidamente apagada por la mano de una joven peliazul que se levantaría bostezando profundamente mientras se preparaba para su día libre al no tener clases por reunión de maestros.

Aunque no le gustará decirlo en voz alta, ciertamente la escuela le importaba muy poco a ella así que estaba alegre de este día sin preocupaciones de por medio, podría entrenar, salir con sus amigas, pasear un poco.

Su día iba como todas las mañanas pero sin apresurarse demasiado en lo que hacía, dada a la libertad, realmente se tomaba su tiempo para arreglarse el cabello, lavarse la cara y entrenar un poco corriendo en la caminadora por algunos minutos antes de darse una ducha.

Bajando del segundo piso, su madre ya se encontraba completamente despierta y poniendo el desayuno del día de hoy en la mesa, era una mujer bastante mayor y de rasgos maduros que lejos de hacerla verla mal, le daba ese encanto de mujer adulta que era buena a la vista.

Llevaba un atuendo casual acompañado de su delantal que no hacían mucho para ocultar lo bien desarrollada que estaba, su pelo azul corto que acompañaba perfectamente a su apariencia y para finalizar, un par de lentes atados a un collar, señalando que la mujer hasta tenía preparado lentes de lectura dada a su vista cada vez menos eficiente.

Si Hay Voluntad, Hay Un CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora