Capítulo 02

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Los pequeños rayos de sol calaron en sus ojos.

-Ya despertaste -escuchó una voz suave y baja, es la princesa Rebecca.

Se sentó sobre el sillón que habían arreglado para su uso personal, parpadeó un par de veces para lograr ver con claridad.

La princesa Rebecca está sentada en ese escritorio, está escribiendo algo con suma lentitud. Tiene un par de ojeras debajo de sus ojos, Freen recordó que le había dicho que tendría que levantarse muy temprano para hacer sus deberes.

-Me disculpo por haber dormido hasta muy tarde, el sillón es muy suave.

-¿Lo es? -no alzó su mirada-. Aunque ese sillón ha estado en mis aposentos desde hace tiempo, jamás me he sentado ahí.

Frunció su ceño.

-¿Por qué?

-Suelo estar todo el día sentada aquí -fue lo único que respondió-. Hay un balde de agua a tu lado, puedes lavarte la cara. Hay un cuarto de baño en el próximo pasillo, si no te sientes cómoda bañándote con los generales, puedes bañarte en mi tina.

Freen se puso de pie y caminó hacia el escritorio, la princesa no se dio cuenta de esto ya que mantuvo su mirada fija en el cuaderno donde estaba escribiendo. Tampoco se dio cuenta cuando su guardiana se puso de rodillas, tiene su cabeza baja y sus manos sobre sus piernas, está esperando a que la princesa le diga algo.

La princesa al no escuchar alguna otra palabra por parte de su guardiana no tuvo otra opción más que levantar su mirada. No la vio en su sillón, tampoco estaba en su cama y la puerta de su baño personal estaba abierta, justo cómo la deja siempre.

Bajó un poco su mirada, vio a su guardiana arrodillada.

-¿Por qué estás arrodillada?

Freen apretó sus manos, comenzaron a temblar un poco.

Tuvo un pequeño recuerdo de hace algún tiempo, cuando la castigaron por haber impedido que le cortaran las manos a su hermana. La habían amarrado de las manos y obligado a hincarse entre unas piedras, las cuales lastimaron sus rodillas.

Debe admitir que, todavía sigue escuchando el ruido del látigo chocando con su piel. Hubo un par de noches en las que tuvo pesadillas. Hubo una vez en que vio un látigo y comenzó a temblar de miedo. Mentiría si dijera que no teme ver un látigo de nuevo.

-...castigo... -fue lo único que salió de su boca.

Rebecca se sorprendió ante tal palabra. Se quedó un momento en silencio, sintió su boca seca de pronto. ¿Qué debería decir? ¿Quizá necesitaba ir hacia su guardiana y darle un abrazo? O quizá, ¿solo debería hacer lo que ella había dicho?, no, no haría eso.

-¿Por qué razón debería castigarte? No has hecho nada que requiera un castigo -trató de sonar tranquila, pero no le funcionó del todo bien.

-Me he despertado después de la princesa -comenzó despacio-, al ser su guardiana, tengo que despertar antes que usted y así atenderla y ver que todo está bien.

-Sí, tienes razón. Pero no voy a castigarte sólo por eso, ¿soy clara?

Alzó su mirada para ver a la princesa, quien tiene una pequeña sonrisa en su labios.

-Además, estabas durmiendo en mis aposentos, así que no estaba en peligro -se puso de pie y caminó hacia su guardiana, quien sigue arrodillada.

Sin que lo esperara, la princesa se arrodilló enfrente de ella y le dio una suave caricia en su rostro. No tiene puesta su máscara, por lo que aprovechó para pasar uno de sus dedos por los labios de su guardiana, quien desvió su mirada de golpe, alejándose de su toque.

La guardiana de la princesa「 Freenbecky 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora