Capítulo 20

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—No ha dejado de llover.

Se retiró de la ventana de inmediato, frotó sus manos sobre sus brazos, ya que comenzó a sentir mucho frío. Hizo una mueca al ver cómo la chimenea qué hay en la cocina no es suficiente contra el frío, se preguntó si las doncellas no tienen frío con esos vestidos y esos abrigos delgados.

—Iré al mercado a comprarles unos abrigos más gruesos —comentó, en voz baja y tratando de hacer lo necesario como para no temblar—. Sus narices están rojas, y sus labios han tomado un tono morado que da miedo. Mujeres, parecen unas muertas vivientes.

Las doncellas la miraron con mala cara enseguida, por lo que soltó una risa nerviosa y bajó su mirada sin nada más que decir.

—Y zapatos —comentó una de ellas. Alzó un poco su vestido y le mostró los zapatos que trae puestos ahora mismo, no lucen rotos, pero sí desgastados y un poco sucios debido al agua y el lodo que se ha acumulado afuera del palacio—. A todas nos hacen falta zapatos nuevos, General Dreikor.

Asintió—. No me molesta comprarles abrigos o zapatos. Iré a la mejor tienda y si es posible, compraré todo lo que haya ahí para ustedes, mis lindas doncellas.

Hubo unas cuantas que soltaron un par de risas y se sonrojaron y otras solo lo miraron como si no creyesen en sus palabras.

No es la primera vez que Dreikor les dice que les comprara ropa o zapatos, ya que en años pasados —siempre que es invierno— suele llegar con abrigos para todas las doncellas que trabajan en el palacio, a cambio solo les pide que le hagan comida y lo traten bien.

Incluso hay veces en las que compra joyería para los doncellas, quienes luego las guardan o las venden para comprarse algo que puedan usar sin sentirse culpables. A Dreikor no le molesta el hecho de que ellas vendan las joyas que les compra.

—General, ¿no cree qué hay algo sucediendo en el palacio? —la doncella que se encontraba amasando la masa para hacer un poco de pan lo miró con cara de preocupación—. La princesa heredera no ha salido de sus aposentos, y dicen que se escucharon gritos desde adentro.

—Es verdad, incluso dicen que la pequeña princesa está con la princesa Charlotte.

—Pelea de amantes —comentó la doncella que se encontraba pelando las verduras—. Hay quienes se ponen un poco nerviosas cuando están a nada de casarse.

—Señoritas, señoritas. Por favor, no anden divulgando chismes que pueden llegar a los oídos de las personas equivocadas.

Se puso de pie y caminó hacia la chimenea qué hay en la cocina, sufrió de un escalofrío al sentir el calor de las brasas inundar todo su cuerpo en cuestión de segundos. No pudo evitar soltar un suspiro de alivio.

Las doncellas lao miraron un tanto incrédulas, ellas usan vestidos delgados y siempre están de un lado hacia otro, no les importa si se mojan o se enferman. Les divierte un poco ver cómo el Gran General Dreikor está sufriendo de frío ahora mismo, en verdad quieren reírse de él, pero no son crueles como para burlarse del único hombre que suele hacerlas reír durante el día.

Para nadie es una sorpresa el simple hecho de que Dreikor pase más tiempo con las doncellas que con los generales o guardianes del palacio, ellas lo hacen sentir seguro, con ellas puede hablar de lo que sea sin la necesidad de sentirse juzgado. Además, ellas suelen darle libros gratis casi siempre.

Hay unos cuantos generales que suelen hacerle burla por pasar más tiempo con las doncellas, Dreikor siempre hace oídos sordos a lo que le dicen. Por suerte, Engfa jamás se ha tomado el atrevimiento de preguntarle la razón por la qué pasa casi todo el día en la cocina, y no es que no le dé curiosidad, solo que, sabe que Dreikor no será capaz de decirle la verdad y lo entiende.

La guardiana de la princesa「 Freenbecky 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora