Capítulo 25

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Colocó su espada en el cuello de aquella mujer que detesta con su alma, ¿qué más daba si la mataba en ese instante? ¿A quién le importaría? ¿Quién lo vería cometer tal crimen? Nadie, ya que ellos dos son los únicos que se encontraban ahí.

—Alto —le dijo, con voz burlona y al mismo tiempo gélida, como si no le importase tener una maldita espada contra su cuello. Lo miró a los ojos, brillosos y muy expresivos, terminó por sonreír de manera seductora, lo cual lo logró molestarlo hasta los huesos—. No quieres hacer esto.

Al estar en una situación como esta, lo más normal que se haría es luchar para quitar la espada de tu cuello, pero si eres una persona a la que le interesa la adrenalina y experimentar nuevas cosas solo porque te gusta cómo reacciona tu cuerpo, tendrías que ir con alguien para que se asegure de que estés bien.

—Lo deseo —admitió—. Desde el primer momento en el que nos conocimos he querido atravesar mi espada en su garganta.

—¿Por qué? —le preguntó, en un tono más divertida que antes—. ¿Que ha hecho esta princesa como para ganar tu odio?

Rodó los ojos.

El general Dreikor suspiró, empujó un poco más la espada para lograr darle una ligera cortada a la garganta de la princesa, quien no se sorprendió por esto, más bien, parecía estar un poco emocionada, como si supiese lo que pasaría después.

—Clauus —la forma en la mencionó su nombre hizo que sonriera—, eres tan detestable que quisiera aplastarte con algo gigantesco. Eres una persona que jamás se calla, siempre hablando de más, presumiendo tus riquezas enfrente de esas personas que no tienen ni un peso... eres tan... tú.

La princesa le guiñó un ojo—. Al ser un general, no deberías tener la confianza de tutear a una princesa. Dreikor, realmente estás haciendo que me gustes.

—¿Gustarle a alguien tan repugnante como tú?

—Sí.

Tomó la cadera del general sin nada de pudor, la manoseó como si Dreikor se lo hubiese permitido. ¿Por qué Dreikor no hizo nada para alejar las manos de Clauus de su cadera? Fácil, al tener su mano sosteniendo su espada, no quiere perder todo ese aire de autoridad que tiene ahora mismo.

Ser manoseado por Clauus sería una bendición para todos, pero un horror para Dreikor.

La detesta.

La odia.

Ambos se odian.

Al ver cómo Dreikor no la apartó pensó que se podría salir con la suya. Hizo lo necesario como para meter su mano dentro de la ropa de aquel soldad, de ese modo pudo sentir su piel y vaya que resultó que era suave, aunque logró sentir una cicatriz saltona que le llamó mucho la atención.

Lo miró a los ojos, solo para darse cuenta de que la mira con odio, con asco... con unos ojos de querer matarla ahí mismo.

—Te gusta que te toque.

—Lo odio, te odio.

—Apártame.

—¿Ah?

—Si tanto odias que ponga mis manos en ti, apártame. Hazlo, ahora.

Pero no lo hizo.

Dreikor movió la espada un poco hacia la izquierda, lo que ocasionó que cortase un poco más el cuello de princesa. No hizo una herida profunda, por lo que ahora mismo no corre peligro.

Como desea poder deshacerse de esa princesa que con tan solo mirarla arruina su día.

Clauus terminó por desabotonar la ropa del general, y de ese modo, pudo mirar el torso desnudo de ese hombre que odia.

La guardiana de la princesa「 Freenbecky 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora