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—¿Estás cómoda? —pregunta en voz baja y suave para no asustar a los pajaritos que se encuentran en el árbol. Una suave brisa agita su cabello—. Muy... —Te relajas aún más contra él, disfrutando de la paz. Su agarre se aprieta a tu alrededor por un momento, acercándote más.
Te da un beso en la sien y luego entierra la nariz en tu cabello. Kinich está tranquilo, contento de abrazarte en silencio y escuchar los sonidos del bosque que te rodea. Sus dedos recorren tu costado de arriba a abajo, trazando la forma de tu cuerpo debajo de tu ropa. Está cálido por todas partes, su cuerpo arde con el calor de estar presionado contra ti.
En la comodidad y relativa soledad de este árbol, se permite relajarse. Kinich deja escapar un suspiro, la tensión se escapa lentamente de sus músculos mientras te abraza. Ha estado ansiando una cercanía como esta durante lo que parece una eternidad. Su mano se desliza hacia arriba por debajo de tu camisa, deteniéndose en la parte baja de tu espalda. Su palma está caliente contra tu piel, casi quemando. Su ritmo cardíaco ha sido constante todo este tiempo, pero se acelera cuando su mano toca tu piel.
—Eres increíblemente hermosa —susurra, sus palabras son tan bajas que apenas son un susurro. Te atrae más cerca, presionándose contra ti como si quisiera fundirse con tu piel. Sus labios están sobre tu piel. Te está besando el cuello, su aliento caliente contra tu nuca. Kinich está besando un camino hasta tu clavícula, sus manos recorriendo tu cuerpo a una velocidad casi vertiginosa. Su cabello te hace cosquillas en la piel con cada movimiento.
—¿Necesitada? —preguntas con una pequeña risa, lo que le da más acceso a tu cuello. —Quizás un poco —murmura contra la suave piel de tu cuello. Un cambio repentino en su posición te deja presionada contra el tronco del árbol con un golpe firme. Kinich tiene su cuerpo inmovilizado contra ti, atrapándote entre él y la madera.
Te besa el cuello y una de sus manos te agarra la cadera. —No sabes ni la mitad de las cosas que quiero hacerte cuando estemos solos —gruñe. Su voz es más áspera de lo habitual, un ronquido profundo que vibra contra tu piel.
—Ajaw puede que me haya dicho una o dos cosas —eso hace que sus labios emitan un sonido ahogado y silencioso. La mano de Kinich se mueve desde tu cadera para agarrar tu mandíbula, inclinando tu cabeza hacia atrás para poder mirarte a la cara—. Ajaw realmente necesita cerrar la boca —observa, en un tono un poco demasiado informal para ser creíble. El agarre que tiene sobre tu mandíbula es casi demasiado fuerte. Hay una mirada peligrosa en sus ojos—. Últimamente ha estado demasiado ansioso por hablar de mí —refunfuña, inclinándose para dejar un mordisco en tu cuello—. Voy a hablar con él sobre eso.
—No creo que vaya a funcionar. —... Cierto. —Kinich gruñe contra tu piel. Emite otro sonido bajo, un sonido tranquilo y frustrado que hace que su cuerpo se estremezca contra el tuyo—. Pero lo intentaré de todos modos —murmura—. Realmente necesita mantener la boca cerrada. Habla demasiado.
"¡TE VOY A CERRAR LA BOCA KINICH SI NO DEJAS DE HABLAR MIERDA SOBRE MÍ!"
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