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Las manos de Kinich estaban desnudas contra tu clavícula, y un leve ardor emanaba de debajo de tu piel cuando las puntas de sus dedos la tocaron. "Recuerda, tienes que quedarte quieta".
Apenas tarareabas, sin aliento, su rostro estaba muy cerca del tuyo y él se inclinó aún más cerca, con los ojos enfocados en tu clavícula mientras trazaba el área con sus ojos. Su cálido aliento rebotaba sobre tu piel, sus pestañas bajas y muy bonitas. "Tienes que respirar también", reprendió suavemente, siempre quisquilloso.
—Lo sé. —Exhalaste y luego inhalaste con las manos. ¿Respirabas demasiado profundamente? ¿Por qué estabas tan nerviosa? Parecía que ya era el día de tu boda, bueno, bien podría serlo.
Tu mano se deslizó por el pecho de Kinich, rozando su piel, justo al otro lado de su corazón. También podías sentirlo latir, bombeando a un ritmo que intentabas seguir con tu respiración, querías presionar tu frente contra la de Kinich, tal vez besarlo, abrazarlo, amarlo, pero eso haría que fuera aún más difícil para él estamparte tatuajes iguales en ti.
—¿Listo? —murmuró Kinich, bajando una de sus manos para atrapar la aguja con sus manos firmes, y el aceite de tinta goteó de la punta cuando la golpeó una vez, y luego dos veces. Era una aguja especial, creada recientemente como regalo de compromiso para ustedes dos por Xilonen.
Dolería, intentaste no tensarte, sabiendo que las líneas de tu piel se volverían menos fluidas si te sacudías o te movías. Pero en cambio te concentraste en el suave latido bajo tu palma. Tarareaste una confirmación y te mordiste el labio.
Kinich exhaló mientras comenzaba la primera marca, sintiendo que te tensabas bajo su control. Dolía, pero no dolía mucho. Era un dolor punzante, que emanaba de la piel y seguía los músculos, pero había otra sensación: una euforia debajo de todo.
Ese corazón que sostenías al otro lado de su piel, el corazón que él dibujaba sobre él, los dos estarían conectados por siempre. Le pertenecerías por siempre, hasta que toda tu piel se pudriera, hasta que tus huesos se convirtieran en polvo, pero incluso entonces estarías conectada a él. Incluso cuando Kinich muriera y Ajaw tomara el control, habría pruebas del amor que compartían en ambas formas.
Tus ojos no parecían poder concentrarse en nada más que en los de Kinich, aunque él no te devolviera la mirada, sino que se concentraba fervientemente en el pequeño diseño que estaba tallando y entintando en tu piel. Dejaste escapar un pequeño ruido mientras tragabas saliva.
Apenas medio segundo después, Kinich tomó de nuevo el bolígrafo y lo presionó contra el tintero para recoger más: "Preferiría que hicieras ruidos de placer en lugar de de dolor".
—Eso sí que fue una. —Admites libremente, mientras las yemas de los dedos golpean su pecho, se deslizan hacia su cuello y trazan la marca que se extiende desde su cuello hasta la mitad del pecho—. La idea de pertenecerte para siempre, estas marcas dedicadas a nuestro amor.
Kinich dejó escapar un suspiro, sus mejillas parecieron sonrojarse un poco, su mano en tu pecho agarró tu piel un poco mientras miraba hacia ti. "Sigue hablando así y querré que me pagues, más temprano que tarde".
Aunque lo tomaste como una provocación o una advertencia, lo tomaste más como una promesa y te moviste hacia adelante en su regazo, instándolo a tomar aire. Debajo de tu trasero sentiste que algo comenzaba a moverse, poniéndose más rígido. "Tal vez podamos hacer ambas cosas al mismo tiempo".
—Entonces arruinaría la línea de trabajo. —Kinich sacudió la cabeza y te empujó un poco hacia atrás. Casi te reíste, pero te reprimiste cuando la aguja volvió a tu clavícula.
Soltaste tu profundo suspiro lentamente, esperando pacientemente un momento que fuera conveniente para responder una vez más, para provocarlo más de lo que ya sabías que lo habías hecho en base a la dureza que presionaba contra tu trasero. "Entonces tendrás que esperar".
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