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Kinich siempre deseó la libertad. Era una forma de escapar de las guerras que se desarrollaban en su casa, de la voz violenta de su padre que resonaba a través de las paredes y de las discusiones que asolaban su hogar todas las semanas.
Él odiaba a su padre.
Odiaba cómo su familia se desmoronaba debido a sus arrebatos violentos, odiaba cómo siempre le gritaba a su madre y odiaba cómo la ahuyentaba. Anhelaba alejarse de su padre, liberarse de la negatividad que consumía su vida, deseaba la libertad.
En su séptimo cumpleaños consiguió lo que deseaba.
"Papá, ¿sabes dónde fue mamá?"
Kinich miró a su padre expectante, el olor a alcohol le golpeó la nariz. Hoy era su cumpleaños, por lo general no pedía nada, pero la curiosidad de saber dónde estaba su madre le rondaba por la cabeza a menudo.
Pero se arrepintió de sus palabras durante años; en el momento en que mencionó a su madre, su padre se enfureció instantáneamente.
"¡Pequeño mocoso!"
La figura gigante que estaba sobre él miró a Kinich con ojos afligidos, y la visión llenó de terror al joven muchacho. Ese ya no era su padre.
Ese fue el monstruo que arruinó a su familia.
La figura que se acercaba levantó las manos para golpear al niño y este huyó. La figura lo perseguía. Era aterrador para un niño de su edad. Corrió por los acantilados más altos de Natlan y la visión del monstruo detrás de él lo invadió con la sensación de huir.
"¡Miserable! ¡Ven aquí!"
Mientras el hombre le gritaba, perdió el equilibrio debido a lo empinado del terreno y se desplomó por el acantilado. Solo cuando la adrenalina de Kinich se agotó, se dio cuenta. Se quedó mirando el cuerpo de su padre al fondo del acantilado. Kinich se arrastra lentamente por el terreno empinado, las palmas y las rodillas se le raspan con las rocas.
"Papá."
"Papá."
"¡Papá!"
"¿Papá?"
Kinich sólo puede gritar ante la perspectiva de que su padre responda. Cualquier respuesta, ya sea un movimiento de su mano, la emisión de un gemido, cualquier cosa que pudiera demostrar que todavía está vivo, pero no había nada . Lo único que escucha es su propia voz, una voz cada vez más cansada. Sin embargo, lo único que tenía a la vista era el cuerpo sin vida de su padre.
El padre de Kinich estaba muerto.
Su padre, el hombre con el que vivió durante años, el hombre que frecuentemente le gritaba, y su madre, el hombre al que detestaba, estaban muertos .
